Al parecer Ridley Scott quería explicar las cosas, en este caso el origen y gestación de Alien. No digo que lo haya hecho mal, incluso cabría pensar que lo ha hecho bien, pero el problema está en el propósito mismo: ¿hace falta explicar tanto las cosas, dentro de la categoría estética y teológica del misterio? Desde hace casi medio siglo la gente se pregunta por el significado del famoso monolito de «2001, Una odisea en el espacio», que ha sido objeto de más teoría especulativa que las monadas de Leibniz o la idea universal de Hegel, por citar otros misterios. Con el del Dios uno y trino lleva la Iglesia toda la vida, y es un buen nicho de empleo teológico. Es verdad que conforme nos hacemos mayores nos apremia más la angustia del misterio, y puede que desde 1979 Ridley se preguntara de que oscuro repliegue de su conciencia había surgido Alien, pero para eso mejor va uno al

psicólogo.