Después de más de once años trabajando en centros de acogida con población refugiada, se me agolpan las historias de éxito, de superación, de sufrimiento, en definitiva, historias de vida de las personas que residieron en el centro: en su momento, colombianos, iraquíes, cubanos, y recientemente, ucranianos, sirios o venezolanos.

Sorprende en multitud de ocasiones la capacidad de reponerse ante situaciones que a mí personalmente me tumbarían, la capacidad inagotable de aprendizaje y de superación que tiene el ser humano, la capacidad que tiene la sonrisa de un niño de conseguir que lo imposible no exista.

Sería injusto decir que todo es posible, que sólo tenemos que esforzarnos y que todo irá a mejor, eso por desgracia no es así, pero si te rindes, el juego se ha acabado, game over, la mayoría de estas personas lo saben y no están dispuestas a rendirse, aunque necesitan ayuda, obviamente, porque no son superhéroes (pero casi).

Yo he visto analfabetos en su lengua y alfabeto, aprender a leer y escribir en la nuestra; he visto crecer sanos a niños que llegaron malnutridos; a centenares de personas encontrar trabajo y poder empezar de nuevo sus vidas.

También los he visto llorar por la pérdida de familiares, llorar de rabia por haber perdido su futuro y el de sus familias, he visto a orgullosas profesoras de universidad en su país dedicarse a otros trabajos sin arrepentimiento por haber defendido los derechos humanos, me han relatado torturas y enseñado heridas, horribles situaciones que te hacen dudar de la bondad del ser humano.

Todas esas personas son un ejemplo para mí, me han enseñado la dignidad del que lucha por un ideal, de la valentía de proteger al débil cuando además tú no eres más fuerte, me han enseñado lo fuerte que es el miedo a perderlo todo y la fuerza que todos y todas podemos sacar cuando creemos que no tenemos más.

He aprendido que la vida cambia en un instante y que la seguridad es efímera, que potencialmente todos estamos expuestos a ser víctimas.

No sé si yo les he enseñado algo, sólo he sido una de las personas que formaban parte del equipo del Centro de Refugiados de Cruz Roja en Málaga, pero estoy seguro de que todo lo que relato lo firmarían cada uno y cada una de mis compañeras y compañeros.