La semana pasada fue, sin duda alguna, la más movida, informativamente hablando, que hemos tenido en Málaga desde hace meses. El caso Astoria se convirtió de repente en el caso Banderas. Una carta peor escrita que cuando Banderas escribe los pregones desató una vorágine de noticias más o menos exactas que acabó con el asunto en todas las redacciones nacionales. Algunas tiraron por el camino más recto: el caos de Podemos.Otros tiraron de editoriales y columnistas de renombre cuya opinión se dejaba por el camino muchos datos y probablemente escondían algunas intenciones. En todas se ha evaluado el nivel de malagueñismo, listón que si no superabas eras inmediatamente tachado de cateto. El alcalde, principal culpable de todo por acción u omisión, se limitó a enviar SMS a Banderas. Pero ya que una carta había sido el detonante, otras cartas iban a continuar tomando protagonismo; la primera, un whatsapp que corrió como la pólvora en el que se nos encomendaba a ser o no ser, una convocatoria en change.org y la otra carta, la carta abierta de Bendodo a Banderas, que en realidad iba con copia a la línea de flotación del alcalde. Bendodo, que no para de pedir paso, vio el asunto como una oportunidad de volver por Málaga, donde hacía semanas que no se le veía. Tiene urgencias por suceder a De la Torre cuanto antes, para presentarse a la alcaldía como alcalde, pero tiene dos posibilidades: hacerlo a trompicones o con talento. La carta abierta a Banderas pareció más lo primero y la elección de la nueva cúpula del Partido Popular, tras el congreso de este fin de semana, parece más lo segundo. A veces quién te rodea dice más de uno mismo que uno mismo y la sensación es que Bendodo ha buscado algo nuevo con vicesecretarías en personas tradicionalmente del alcalde y con algunos cargos a gente de la llamada sociedad civil, los independientes. Además de soltar algún que otro lastre. Aun así, le costará pasar, pero mucho mejor así que arramblando.