No queda bien que los periodistas hablemos de nuestro trabajo o que contemos esas batallitas internas con las que nos desahogamos cuando terminamos nuestra reducida jornada laboral apoyados en la barra de un bar. Hoy toca hacer una excepción, pues como diría aquel cumplimos 18 años. Aún queda en la memoria de muchos compañeros aquellos días de mayo de 1999, cuando un grupo de periodistas iniciamos este proyecto tan bonito que se llama La Opinión de Málaga bajo la tutela de nuestro director Joaquín Marín y con la red de seguridad que suponía tener detrás al Grupo Prensa Ibérica, un grupo editor de periódicos locales cuyo único compromiso son sus lectores. Fueron días de interminables jornadas preparando la salida del periódico y como escribía en un post en facebook esta pasada semana lo recuerdo como uno de los más felices de mi vida profesional, pues para un periodista sacar un periódico a la calle supone un chute de adrenalina y una responsabilidad enorme.

Nacimos con el propósito de ofrecer una información al servicio exclusivo de los lectores y una crítica seria, cimentada en el rigor y la independencia. Seguramente no siempre hemos estado a la altura de lo que los lectores esperaban, pero sí puedo afirmar con rotundidad de que esta magnífica redacción, todos sus colaboradores, el departamento de publicidad y el de administración siempre han respondido con la máxima entrega y profesionalidad para defender lo que consideramos innegociable: contar las cosas tal como son y que sea el lector el que obtenga sus propias conclusiones. Pido perdón por esos días en los que no estuvimos acertados.

En estos 18 años todos hemos cambiado. Málaga ha cambiado, y lo ha hecho a mejor. Nosotros hemos tenido que adaptarnos a los nuevos tiempos que nos obligan a enfocar nuestro trabajo hacia los nuevos soportes donde contar nuestras historias, las vuestras, las de Málaga. Ahora andamos enredados con nuevas herramientas digitales para trasladar lo que sucede en Málaga al mayor número posible de personas y con la inmediatez, pero sin olvidar el rigor, que exigen estos tiempos de fast food news.

Durante los últimos años hemos estado trasteando con las nuevas herramientas y soportes de distribución de noticias, y todos hemos coincidido en que lo importante es seguir haciendo buen periodismo independientemente del canal que se use para ofrecérselo al lector. En estos últimos años hemos logrado adaptar nuestro sistema de trabajo a las nuevas exigencias y el esfuerzo de todos ha permitido que alcanzáramos resultados más que notables.

Somos ya el tercer periódico local de Andalucía con más audiencia y lectores en nuestra web, según el panel de 2016 de comScore, y seguimos creciendo con más de 117.000 seguidores en twttier y más de 70.000 en facebook. Fuimos el primer medio de Málaga que ofrecemos a través de WhatsApp boletines informativos diarios y seguimos trabajando para acercaros lo que sucede en vuestras calles, al vecino de enfrente... Mientras que estos avances facilitan el importante trabajo de conexión con nuestros lectores e interactuar con ellos y posibilita también trasladar a más personas las informaciones, implica también un esfuerzo mayor del periodista, que tiene un nuevo reto de contar la actualidad con el lenguaje y la presentación que requieren los nuevos canales de distribución.

Por eso discrepo de los que pronostican que no corren buenos tiempos para nuestra profesión. Seríamos estúpidos si no reconocemos que atravesamos un momento de grave incertidumbre como consecuencia de esta transformación tecnológica y que vivimos uno de los mayores procesos de reconversión de nuestro oficio jamás conocido en décadas. Pero creo que el periodismo no está en crisis. Nunca en la historia los medios de comunicación han tenido mayor audiencia... Cosa distinta es que la consuman en papel, en un ordenador, en la tablet o en sus dispositivos móviles.

No se puede negar que los periódicos impresos ceden terreno a los productos digitales, ya que muchos han renunciado de forma incomprensible a disfrutar de la lectura de los periódicos de papel como uno de los mayores y más baratos placeres cotidianos. Cuesta menos que un paquete de chicles, por ejemplo.

Perdona que hoy hablara de nosotros. De todos los que han pasado y aún siguen en La Opinión. Gracias a todos los lectores que nos han felicitado a través de las redes sociales, pues normalmente a los periodistas se nos llama para abroncarnos. Se agradece.