Fue por eso. Las pérdidas de la burbuja inmobiliaria, sus largas y costosas consecuencias para muchos, fueron en parte por eso. Las comisiones, viajes, ascensos, incentivos de todo tipo que recibían quienes en la banca hacían más créditos hipotecarios, la mayoría de las veces al margen de sus riesgos objetivos, propiciaron los excesos. El cortoplacismo, el de quienes ya no creen en la estabilidad de sus empresas o no creen en la continuidad de su propio empleo, es la razón de que se funcione mal y contra el cliente. Como ocurre con las cláusulas suelo. Sobre la ineficacia del plan de resolución de esas cláusulas hipotecarias y la decisión de destinar un juzgado a tal efecto en cada provincia andaluza, advertía esta semana el juez decano de Málaga, en nombre de las cuatro asociaciones de jueces.AÑOS Y AÑOS

Esto va a durar años, ya que la mayoría de quienes tienen que decidir en los bancos no superará la tentación de que el marrón en su cuenta de resultados se lo coma otro. Al fin y al cabo, a saber dónde estarán ellos cuando el cliente termine de litigar mientras dura el colapso, sumado a la lentitud habitual de las resoluciones judiciales. Va a durar años ante la falta de voluntad de los gobiernos de defender a los ciudadanos e instar a las entidades financieras a expiar el cometido «abuso» (sin más calificativos de más o menos transparencias ni leches). El abuso que ejerce el fuerte sobre la parte más débil de las dos firmantes del contrato hipotecario.

NO ES DE RECIBO

La parte más débil es la que ha de firmar, si quiere el piso, debajo del «lo tomas o lo dejas». La parte que ha de comerse productos añadidos como seguros de hogar, tarjetas sí o sí y dos suelos, el de su casa y el hipotecario. Y expiar el abuso sería en este asunto devolver la cantidad cobrada de manera abusiva. O llegar a un acuerdo mínimamente justo con el cliente que está parasitado. Lo cobrado de más sería el porcentaje de interés abusivamente aplicado y detraído en cada mensualidad, en cada recibo que no es de recibo. Un interés por encima del porcentaje inicialmente pactado, del precio del dinero y del Euribor durante los años en que así haya sido. Un vecino me preguntaba en una cafetería (al ver la advertencia de los jueces andaluces en el periódico que había en la barra) cómo hacer el escrito reclamando al banco y cuánto reclamar. La señora del bar, que se interesó por el asunto al traernos un café mitad y un sombra, el vecino y yo lo fuimos calculando, a pesar de que a ninguno de niño nos enseñaron cómo desentrañar una hipoteca en la escuela (luego nos quejamos si uno de cada cuatro adolescentes españoles suspende en PISA al no saber interpretar una simple factura).

¡AL SUELO!

Partimos de una hipoteca asumida al 1% de interés a la que hay que sumarle el mayoritariamente usado índice Euribor (con un diferencial de «Euribor más 1», en el argot financiero). Nos pareció un supuesto razonable tras comprobar algún dato en internet por mi móvil, cuya pantallita quedó salpicada de café hirviente por el empeño del hombre, de proceder nervioso, en mover la cucharilla al ritmo de Despacito, la canción que sonaba de fondo en el local. Por tanto, dedujimos, si durante el mes en que se revisa cada año la hipoteca -excepto las todavía pocas que están a interés fijo- el Euribor está al 0,2%, el recibo de la hipoteca se vería incrementado los meses de ese año en un 1,2% de interés (0,2% Euríbor + 1% de interés pactado= 1,2%). El vecino comprobó con indignación, algo herido ya por haberse achicharrado el paladar al tragar con ansiedad el café hirviente, que en su mensualidad el interés nunca bajaba del 3,5%. Pero él tiene una hipoteca (de 150.000 euros a 25 años) firmada con Euribor más 0,75. Si ayer mismo el Euribor estaba al 0,131%, en su recibo debería haber pagado sólo el 0,881% de interés (0,131% Euribor + 0,75% de interés pactado= 0,881%) ¡Qué ladronicio!, dijo la mujer.

GOL

Quienes estaban en el bar hablaban de la final de la Champions en Cardiff. A nadie parecía importarle que nosotros anduviéramos haciendo de calculadoras humanas. De pronto, el vecino me pidió que le esperase y fue a buscar los papeles de su hipoteca. Ante la posibilidad de que con uno de sus manotazos terminara derramándome el Colacao en vaso de tubo que sostenía la señora de la cafetería, en principio le dije que sí, aunque advirtiéndole de que me tenía que ir pronto y tal. No me dejó terminar cuando traspuso la puerta.

¡La Juventus se va a cagar mañana!, repetía un presunto madridista entre risotadas, cuando el ya «indignado» entró como hablando solo con los papeles en la mano. ¡Aquí, donde pone el interés establecido no dice que aunque el Euribor baje yo tengo que pagar un mínimo del 3%! Lo pondrá en la letra pequeña, le dije intencionado. ¿Y el notario pa qué está?, bramó el hombre sintiéndose estafado. Aún no era la final y ya le habían metido un gol. La final es hoy... Porque hoy es sábado.