En nuestra ciudad son diversos los grupos sociales interesados y/o relacionados con el Arte y el Patrimonio (es posible que esta clasificación pueda ser extensible a otras ciudades o territorios, pero sólo acostumbro a hablar de lo que conozco). Aunque me voy a referir a ellos de modo muy aislado, es evidente que todos funcionan bajo el principio de «vasos comunicantes» y por tanto tienden a mezclarse unos con otros.

Existe un primer y numeroso grupo, con más buena intención que preparación, y por tanto muy influenciable, que se deja fascinar por todo lo nuevo y no le duelen prendas que se puedan derruir unos cuantos «edificios antiguos» si lo que se va a colocar en su lugar es brillante. Este grupo me recuerda a los indígenas a los que se les intentaban engatusar con piedras y cristales de colores sin ningún valor a cambio de metales nobles.

Existe otro grupo, bastante menos numeroso pero con un amplio poder de influencia, que se considera más preparado de lo que realmente está, me refiero a algunos componentes de cofradías que podríamos denominar «capillitas» (perdón por usar una palabra de origen ajeno a nuestra ciudad, en concreto sevillano, pero creo que define muy bien a las personas que me refiero). Este grupo tiende a confundir arte con artesanía, consideran el purismo como el ´summun´ del arte. Es difícil que admitan algo no que provenga de su propio seno y si se quiere ser admitido entre ellos hay que usar sus mismas armas estético-ideológicas; por tanto es un grupo muy cerrado y endogámico.

Otro de los grupos es el de las instituciones eclesiales, administradores de un importante y rico Patrimonio del que son o se consideran propietarios con exclusividad a divinis, lo que les diferencia del resto de los mortales. Por tanto, consideran materia de su exclusividad el decir qué es arte, qué no lo es y cuáles son los límites entre arte religioso y arte laico o arte contemporáneo.

Uno de los grupos menos numerosos pero con importante poder es el ostentando por un conglomerado económico-político que reconocen a la Ciudad, su Patrimonio y sus cualidades artísticas con una fuente, sin fondo, que explotar económicamente. Son aquellos que han invertido el enunciado, de la Conferencia de Atenas de 1930, de que para sostener el Patrimonio y el Arte hay que buscarle una rentabilidad que justifique y asegure su futuro. La inversión de este principio consiste en decir «todo aquello que sea explotable económicamente, explotémoslo», sin medida ni equilibrio, a los que sólo les interesa el presente que es donde son poderosos, interesándole poco el futuro: «después de mí el diluvio». Son aquellos que ante la máxima del negocio económico son capaces de decir: si no existe el Arte o el Patrimonio, fabriquémoslo; no importa que para ello tengan que llenar la ciudad de brillos ajenos y olvidar en ese camino todas aquellas raíces que hacen que nos sintamos ciudadanos. Aquellos capaces de convertir en un ´parque temático´ nuestra ciudad, al más puro estilo Disney. Para conseguir sus objetivos se sirven de la manipulación y/o connivencia de los grupos que he descrito anteriormente.

Existe una élite que vive del, por y para el Arte y el Patrimonio que innegablemente han enriquecido el ambiente cultural y artístico de nuestra ciudad y nos ha permitido, nos permite, ser espectadores de un muestrario de todo aquello que se encuentra en la vanguardia de arte actual, aunque algunas veces no actúen bajo parámetros estrictamente democráticos. Pero tienen un pero: a veces como al Tío Gilito de las viñetas del Pato Donald (otra vez Disney) cuando ve un negocio se le dibuja en los ojos el signo del dólar ($), símbolo del dinero por antonomasia.

Finalmente existe una minoría que podría decirse que «clama en el desierto», que defiende una explotación del Arte y el Patrimonio que sea sostenible; que lucha por conservar las pocas raíces que hagan conectar a los malagueños con sus raíces; que defiende el Patrimonio sin anclarse en el pasado, sino para hacerlo dialogar con lo nuevo, lo contemporáneo; que defiende que sólo hay dos clases de arte: el malo y el bueno, y que el tiempo y la historia se encargarán de olvidar uno y valorar el otro, como ha venido ocurriendo a lo largo de los siglos. Esta minoría está introducida en las instituciones culturales y artísticas de nuestra ciudad, aunque no sean la totalidad de sus componentes representantes de de esta opción. Finalmente se encuentra el ámbito universitario, donde un importante grupo tanto de profesores como de alumnos -no todos, en ninguno de los casos- que defienden día a día el mantener vivo un verdadero sentido del Patrimonio, el Arte y la Cultura en la ciudad de Málaga. Para este grupo no todo han sido fracasos -que los hay y muchos- y el ejemplo lo tenemos en la reciente inauguración del magnífico Museo Provincial de Bellas Artes, gracias al empecinamiento de un significativo grupo que estuvo dispuesto a conseguirlo.

Todas estas disquisiciones personales, y por tanto subjetivas, vienen a cuento de una anécdota posiblemente baladí y sin ninguna importancia pero que ha causado un revuelo mediático y han hecho emitir a algunos representantes de los grupos que he descrito antes multitud de opiniones, unas más afortunadas que otras, y algunas claramente desafortunadas. Nos referimos a la obra ´Gitana en 8 bits´ que el artista contemporáneo e intervencionista de la ciudad (que no callejero) Invader ha colocado en una de las fachadas del Palacio obispal.

Salvando lo anecdótico del asunto, hemos de recordar que el Palacio obispal, edificio protegido por la denominación BIC (bien de interés cultural), fue reconstruido por el Estado en la década de los años cuarenta del pasado siglo, después de su destrucción en los incidentes contra instituciones religiosas del mes de mayo de 1931; por tanto, desconociendo la ´propiedad legal´ del inmueble , no es o no debe ser el Obispado el que pontifique si obra debe ser colocada o no en la referente fachada. Además se ve claramente que el artista Invader no ha tenido ninguna intención provocadora, cuando ha colocado su obra en una de las fachadas menos nobles del edificio. En cambio sí tiene una intención denunciadora del ´contorno´ que rodea la obra y que está allí desde hace mucho tiempo (ver fotografía obtenida del diario La Opinión de Málaga digital) sin que por ello nadie se halla rasgado las vestiduras, ni siquiera el Obispado; y en el arranque de una de los entornos, posiblemente más bonitos y más degradados -la degradación no solo la produce la miseria o la inmundicia- del Centro Histórico.

Finalmente, para avivar la polémica, ha intervenido Fernando Francés con unas desafortunadas declaraciones que ha colocado en litigio de importancia el edificio BIC frente a la obra de Invader. El señor Francés debería saber que uno de los principio de valoración artística es el de evitar «las mediocres y odiosas comparaciones»; pero se ve que a este señor, como al Tío Gilito, se le ha debido de poner el signo del dólar ($) en el iris de sus ojos.

Creemos que la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía, que es donde se encuentra actualmente «la patata caliente» no debería pronunciarse al respecto; y si lo hiciera que fuese para ordenar y adecentar el contorno de la obra y no la obra en sí misma.