Hubo un tiempo en que se podía cruzar Estados Unidos en coche, de una punta a otra del país, y por todas partes lo único que se oía era el Sgt. Pepper´s de los Beatles. El disco sonaba en las gasolineras, en los moteles, en los supermercados, en las radios de los coches. Te bajabas a estirar las piernas, qué sé yo, en un pueblo perdido de Georgia, y cuando te metías en un diner estaba sonando Lovely Rita y la camarera que te servía el café tarareaba la canción. Setecientos kilómetros más adelante, cuando buscabas un puente para cruzar el Mississipi cerca de Nueva Orleans, te parabas a dormir en un motel y en la recepción un tipo medio dormido, que quizá se había fumado un canuto a escondidas, estaba escuchando Lucy in the Sky with Diamonds. Eso fue hace cincuenta años, en la primavera y el verano de 1967, en un breve periodo que luego sería conocido como el ´verano del amor´. Nunca antes hubo un disco -ni lo hubo después- que tuviera tanta repercusión como el Sgt. Pepper´s de los Beatles. En Palma incluso hubo una discoteca llamada Sgt. Pepper´s, que estaba en la plaza Mediterráneo, junto a Gomila, y que se abrió un año después de la publicación del disco. Su dueño era un inglés llamado Mike Jeffery, que era manager de los Animals y de Jimi Hendrix, y que justamente se trajo a Hendrix para que tocara en la inauguración. Cuando le digo a cualquier aficionado a la música que Jimi Hendrix tocó en Palma en pleno franquismo, la mayoría se cree que le estoy tomando el pelo. «¿Hendrix? ¿En Mallorca? Eso es imposible», suelen contestar. Pues no, no fue imposible. Fue real, bien real. Ahora, cuando uno descubre los discos en Spotify o en YouTube y ni siquiera sabe quién los ha compuesto o quién los interpreta, es difícil entender lo que supuso un álbum como el Sgt. Pepper´s. Primero por su portada, que era de un artista pop llamado Peter Blake y en la que salían los propios Beatles más Dylan, Edgar Allan Poe, Marilyn Monroe, el Gordo y el Flaco, Einstein y otros muchos personajes que nunca supimos quiénes eran (uno de los pasatiempos asociados al disco era intentar identificar a los 61 personajes de la cubierta, algunos muy fáciles de reconocer, otros un misterio insoluble). Y luego, claro está, por la música, en la que los cuatro ´beatles´ llegaron mucho más lejos que en ningún otro de sus discos (aunque eso también se podría decir de Rubber Soul o de Revolver o del White Album o de Abbey Road). Hasta Ringo tenía -cosa rara- su canción, y era una canción muy buena, una canción que lo mismo podría sonar en una fiesta infantil que en un funeral o en una boda. De hecho, todas las canciones del Sgt. Pepper´s podrían sonar en una fiesta infantil y en un funeral y en una boda, y estoy seguro de que muchas ya han sonado en iglesias y en juzgados y en tanatorios y en patios de colegio a lo largo de todo el mundo. De muy pocos discos podrá decirse lo mismo. Se dice que el mayor mérito del Sgt. Pepper´s fue que logró capturar el espíritu de su época como ningún otro disco, pero yo no estoy tan seguro. Más bien creo que el mayor mérito de ese álbum fue crear un sonido que nadie había imaginado antes y que se saltaba todos los géneros y todas las convenciones musicales. El Sgt. Pepper´s no era propiamente un disco de rock, pero tampoco era un disco pop, sino de un nuevo género musical que sólo podía definirse con el nombre del grupo que lo había compuesto, ´beatleiano´, de la misma manera que el Highway 61 de Dylan o el Blonde on Blonde sólo pueden definirse como música ´dylaniana´ porque ningún otro adjetivo alcanza a definirla con precisión. El Sgt. Pepper´s contenía toda la historia de la música, desde la música clásica al music hall y el rock´n´roll y el blues y las canciones populares que cantaban los obreros de las fábricas cuando iban al trabajo. Todo, todo estaba allí, sólo que había sido mezclado y destruido y reensamblado por aquellos cuatro tipos de Liverpool que se habían disfrazado de sargentos victorianos (o de lo que sea) con sus suntuosos uniformes de satén. En el disco se oía una orquesta sinfónica, pero también varios instrumentos hindúes, y un octeto de cuerda, y un clarinete, y un cuarteto de trompas y no sé cuántas cosas más. Y al mismo tiempo había canciones explosivas y alegres que parecían compuestas por alguien que estaba convencido de que jamás envejecería ni se pondría enfermo ni sufriría ninguna de las contingencias que están destinadas a todos los seres humanos, aunque también, y eso era lo extraordinario, esa persona sabía reírse de sí misma cuando cumpliera 64 años (When I´m Sixty-Four). Y encima había humor, y parodias, y experimentación que no sabíamos a dónde quería llegar, y extraños sonidos y reverberaciones y ensueños lisérgicos. Y el resultado se convirtió en esa clase de música que llegó a sonar de punta a punta del mundo, a todas horas, fuese en el sitio que fuese. «Sgt. Pepper´s», sí, «Sgt. Pepper´s».