Apenas una semana queda para que comience el verano, la auténtica revolución turística de la Costa del Sol, a la que no le faltan visitas durante todo el año. Y a las puertas de la temporada alta, una serie de catastróficas desdichas en varios puntos de Málaga han pasado de rellenar un pequeño espacio en la sección de sucesos de los periódicos locales, como este que están ustedes leyendo, a los sumarios de los informativos de nivel nacional, con el consiguiente escaparate que, para lo bueno y para lo malo, eso supone.

No hace ni un mes que un británico majara, algo alterado y embriagado, jugaba al Grand Theft Auto por las calles de Marbella con un resultado trágico y una reacciones a nivel político que ponían en duda el nivel de seguridad de la ciudad. En los últimos días agresiones, peleas multitudinarias y actos vandálicos se han concentrado en la Costa del Sol. ¿Qué está pasando?, se pregunta más de uno, para que un exceso de alcohol viendo las carreras de motos en un chiringuito de Torremolinos degenere en un apuñalamiento, una persecución y un posterior linchamiento -grabado y viral- a plena luz del día y en horario infantil. Qué demonios ocurre cuando un par de pandillas de la provincia vecina vienen a pasar el fin de semana a Marbella y deciden acabar la noche del sábado amaneciendo el domingo a trompazo limpio a la puerta de la discoteca porque este le ha tocado el culo a aquella, también con lamentable, violento y viral resultado. ¿Qué se le pasa por la cabeza a dos niñatos de 19 años que deciden un martes por la noche destrozar un Bien de Interés Cultural de Málaga? ¿No tienen mejor cosa que hacer que cargarse los muros del Cementerio Inglés pintarrajeándolos? Y con la misma juventud, y la misma poca vergüenza, tres jóvenes noruegos llevaban al extremo el habitual juego que se practica con las exposiciones de la calle Larios, reventando la mitad de los paneles de una muestra de la Asociación Española Contra el Cáncer. Puede ser fruto de la cercanía temporal de todos estos sucesos. Puede ser una exageración, y que al fin y al cabo, como en todos sitios, aquí en Málaga también hay algunos cafres. Pero después de pasar ayer por la calle Larios y ver de nuevo atacada su exposición, quizá no sea todo una casualidad.