Suena bien eso de artista urbano, formado así mismo, de la calle, y es en esa calle donde exponen su talento ante la imposibilidad de entrar en el circuito de otros artistas más afortunados, que ofrecen sus obras en galerías de arte.

Muchos son los artistas que, en diversos campos, empezaron haciendo de la calle su escenario, sin cache, sin representante, primando más la oportunidad de ser oída su música o voz, o admirada su obra, que la propia subsistencia dejada a la generosidad de los viandantes.

Nuestras calles están llenas de gente ilusionada, que por unos pocos euros nos venden lo que mejor saben hacer. No llenan salas de conciertos ni exposiciones. Su voz no es tenida en cuenta cuando habla la «gente de la cultura y el arte», pero a veces su genialidad nada tiene que envidiar a los que su suerte o talento les permite vender su obra a cobijo y no a la intemperie.

Entre unos, los de la intemperie, y otros, los que se lucen a cobijo, ha nacido una nueva especie: el que expone a la intemperie para vender, y bien vendido, a cobijo. Eso es lo que ha hecho el francés Invader en nuestra ciudad. Su obra es cotizada, nadie lo discute, sus ingresos también cotizan al alza, pero no todo vale, y menos la gamberrada.

Quizás tenga su toque de gracia eso de que Málaga amaneciera con 28 mosaicos de gitana, pulpo azul, comecocos o marcianitos. Pero si lo analizamos, de gracia poca. A ningún artista, de los de la calle de verdad, los urbanos, se les permite pintar su obra donde le salga del spray o pincel, y si lo hacen ya se cuidaran en no ser sorprendidos, y menos aun presumir de ello. Pero al francés parece que hay que reírle la gracia por pegar sus mosaicos en bienes de interés cultural de nuestra ciudad, esos a los que a sus propietarios se les impone la carga de cuidar e impedir se deterioren, so pena de ser sancionados.

Talento a parte, que como en todo tendrá sus admiradores o detractores, el francés es un jeta. Aquí tenemos normas que hay que cumplir, y si alguien quiere exponer en la calle o usar espacios públicos, tiene que hacer lo de todos, pedir los permisos pertinentes, eso sí, el Palacio Episcopal y el de Salinas ni tocarlo, es patrimonio protegido, nuestro y de un valor superior al de la gitana del mosaico o el pulpito azul, aunque el otro Francés, el del Centro de Arte Contemporáneo haya tenido la ocurrencia de decir que la gitanilla del mosaico puede tener más valor que el Palacio.

Lo que sí está claro es que el Francés, el del CAC, ha revalorizado la obra del otro francés con su ocurrente declaración, y ya de paso ha dado una pincelada de color a su sombría gestión al frente del CAC, salvo que haya sido casualidad que, antes de la invasión de Invader, ya tuvieran francés y Francés acordada una exposición del artista urbano a cobijo del Centro de Arte Contemporáneo de nuestra ciudad. Lo que no es casualidad, es causalidad.

@JoaquinPerez_