Dime a quién sigues en las redes sociales y te diré cómo eres de sociable. O cómo te gustaría ser. En qué medida y de qué manera. ¿Demasiado simple y generalizador? No tanto si se utiliza como punto de partida para llegar a algunas conclusiones reveladoras. Sin ánimo de cometer la injusticia de juntar a todos los mismos usuarios en el mismo saco, hay mecanismos de análisis que, bien interpretados, pueden dar lugar a elocuentes asociaciones de intereses. A veces, no tan previsibles como parece a primera vista.

Dejando a un lado los rastros de familiares, amigos, compañeros y conocidos (cuestión en la que a veces tiene tanta importancia lo que seguimos como lo que no queremos seguir, o incluso bloqueamos en casos extremos), la lista de famosos, famosillos o famosetes, medios de comunicación, periodistas, artistas, políticos, youtubers, empresas de entretenimiento o campañas de solidaridad (o boicot) es un espejo de muchas aguas donde se reflejan las inquietudes de los usuarios, pues lo normal es que se busquen afinidades electivas, que diría Goethe, y no opiniones o gustos que choquen con las nuestras. De hecho, son muchos los analistas que alertan sobre los riesgos simplificadores que entraña el vivir en una especie de burbuja intelectual donde no tienen cabida los puntos de vista que nos obliguen a replantearnos los nuestros, bien sea para reafirmarlos o para modificarlos si la argumentación ajena nos convence. Una burbuja que solo salta en pedazos cuando se trata, en el caso de Twitter sobre todo, de lanzarse a la yugular digital de quien ha dicho o escrito algo que nos ofende especialmente.

El ensamblaje virtual tiene razones que el corazón desconoce. No es un asunto baladí si lo sacamos del ámbito puramente privado puesto que un conocimiento exhaustivo de las tendencias en lo que a seguimientos se refiere puede proporcionar información a quienes buscan datos que les ayuden a mejorar la recepción de sus mensajes comerciales. Conseguir un #hashtag al que sigan miles o millones de personas es el objetivo principal de las grandes marcas o de personajes públicos que esperan colocar sus productos y / o creaciones en primera línea de salida promocional.

Las estrategias de las grandes compañías para conseguir seguidores pasan por lograr que la tendencia que desean colocar en el mercado sea convincente, atractiva, nunca desagradable y, si se puede rizar el rizo de oro, con repercusión social. Si alguien de nuestro entorno de influencia que nos despierte confianza (amistades, familia, compañeros€) entra en esa espiral, las ondas expansivas pasan de un círculo a otro de manera imparable, como ocurre también con los vídeos virales o los memes que se burlan de la actualidad. Por separado no somos grandes generadores de tendencias, pero la unión hace la fuerza. Se puede comparar con lo que sucede en los colegios: si un ´juguete´ de tan poca entidad como los ´spinner´ empiezan a extenderse, en pocos días no habrá niño que no tenga uno. En las redes, los ´spinner´ son el plan nuestro de cada día.

Ahora bien, ¿cómo conseguir más ´me gusta´ a los contenidos que se cuelgan en Twitter, Facebook o cualquier otro ´zoco´ digital? Los expertos lo tienen claro: la vía más consistente es la interactividad, el diálogo, la charleta compartida. Es decir, trabajarse bien los mensajes a subir para que los que entran en nuestros perfiles se sientan motivados a intervenir. Pero, antes, no viene nada mal un poco de cortesía: no basta con crear un perfil y esperar las visitas, hay que hacer con los demás lo que nos gustaría que hicieran con nosotros. Intercambio de seguimientos. Cuanto más generosos seamos con lo que publican otros más posibilidades hay de que el ´placer´ sea mutuo. Claro está, no todo el mundo quiere ni necesita tener grandes audiencias y prefiere limitarlas lo más posible para sentirse a gusto, todo lo contrario de quienes solicitan amistad o seguimiento de forma indiscriminada para sumar contactos sin ton ni son. Y no olvidemos luego la obsesión de quienes son capaces de cometer auténticas tropelías lanzando bulos para atraer visitas o ´me gusta´.

A nivel básico, sin meterse en el terreno de la fama donde la estrella de turno se puede permitir el lujo de ir a lo suyo, lo normal es que en los tráficos haya una tendencia clara a subirse al carro de lo que manda en cuanto a interés masivo se refiere. Si algo gusta a mucha gente, el efecto llamada es incuestionable y serán muchos usuarios los que se sumen a la aprobación general para sentirse parte de un grupo amplio de opinión pública y publicada: entremos en una comunidad, vivamos en sus dominios de confort comunicativo. Es una bola de nieve con un efecto contagio evidente: si algo se convierte en trending topic, su expansión aumentará a medida que se cuele por más circuitos de la maquinaria virtual. Ya sea con efectos positivos (apoyar una buena causa) o negativos (sumarse a un linchamiento digital, que diría el escritor Juan Soto Ivars, autor del imprescindible ensayo Arden las redes). Las redes son muy útiles para pescar apoyos o rechazos en los caladeros de la urgencia y la visceralidad.