Escucho la imprescindible trompeta de Chet Baker interpretando Summertime, ese soplo retraído, casi un susurro, del sonido de unas notas detenidas en el aire a punto de desvanecerse entre mimos de una intimidad apabullante. El expectante verano ha comenzado hoy a las 6.24 hora oficial peninsular transportándonos, según los estudios, a este período de exceso emocional, caracterizado por una declaración vital anímica y dinámica; por una exaltación de los sentidos, donde la gente suele estar, presuntamente, más cercana y receptiva sensitivamente.

Este tiempo aparenta - o sólo la enmascara- ser una época de entusiasmo, diversión y alegría. El verano llega a Málaga con su color y calor, sus olores, sus frutos rojos y su esperanza a todo aquel dispuesto a escuchar: todo llega a su debido tiempo, circunstancia ésta en la que muchos ciudadanos nos sentimos contrariados por los incoherentes trances concurrentes en este inicio de estación estival.

Entre ellos, y hablando de estaciones, resulta difícil entender como la línea C1 (Málaga -Fuengirola) -el Cercanías más rentable del país- esté padeciendo casi un centenar de cancelaciones en las últimas semanas por la insólita falta de maquinistas, desesperando a usuarios y visitantes así como afectando de forma ostensible la imagen de uno de los destinos turísticos más importantes de Europa.

Otro apunte en esta crónica del desacierto la hallamos ante el sorprendente cierre por las tardes del flamante Museo de Málaga en plena temporada alta, interrupción un tanto contraria a la promoción y divulgación de este atractivo cultural para la ciudad. En este incipiente verano tan paradójico, encendido de incongruencias, me fluye el pensamiento del poeta Paul Valéry: «El individuo es la creación más extraña del hombre», ¿O no?