El Ayuntamiento de Málaga se plantea multar, por producir un exceso de ruido, a dos colegios. La sanción podría ser de 12.000 euros. Es decir, la teoría poética va por un lado y la vida por otro. La teoría nos dice que no hay un sonido mejor que el producido por una sana algarabía de pequeños, o sea, que una reunión de chiquitillos, incluso de adolescentes, es una metáfora de la alegría, el despreocupe, la ilusión y el futuro. Pero la verdad es que un conjunto de infantes berreando es lo que técnicamente podríamos denominar como un coñazo insufrible. No digamos si el tal coñazo lo padece uno a diario y debajo de la ventana. Y encima, todo el día con la pelotita.

No es menos cierto que la gente es muy de ir a vivirse donde no debe. A ver, si te vas a un piso cerca de un aeropuerto has de tener en cuenta que, estando como estamos en la era de movilidad y las comunicaciones, a lo que hay que añadir la eclosión del turismo y el desarrollo de la aviación y los viajes low cost, pues es probable que estés en el dormitorio fornicando o arreglándote la barba o estudiando sánscrito y te entre un ruido de DC-9 que te deje los nervios hechos papilla. Es decir, cómprate un pisito con vistas a patio de colegio y tendrás no un pisito con ruido de ardillas o rumor de olas, sino más bien un pisito por cuyas ventanas podría entrar el sonido que produce la garganta de un adolescente con hormonas en ebullición apelando a un compañero para que no le hurte el bocata de mortadela. O para que Gutiérrez le pase el balón de una vez, dado que el adolescente, el del bocadillo, además de vocación de medio volante, de carácter ofensivo, tiene también condiciones para vocero o megafonista.

La cosa es muy seria, no obstante. Tanto que algunos vecinos han ido al Defensor del Pueblo. A quejarse ruidosamente, valga la ruidosa paradoja o redundancia. Se quejan sobre todo de que en horas extraescolares el ruido puede llegar a ser insoportable. No falta quien achaca el problema a que los centros educativos están mal insonorizados. O sea, que no sólo están mal climatizados, como hemos conocido estos días. Al colegio se va a aprender. Ahora también a pasar calor y a dar voces. Bien es cierto que tampoco vas a pedir a la gente joven, casi ni a la vieja, que se esté callada. Pero es clamoroso, que no ruidoso, que nadie enseña las virtudes del silencio. Nadie las aprende por tanto. Nos pone nerviosos no oír nada, estar a solas con nosotros y nuestros pensamientos. Aunque el pensamiento fetén es el municipal. O sea, a recaudar.