Es muy probable que, si el tiempo acompaña, y la Agencia Estatal de Meteorología y todo hacen indicar que sí, muchos de ustedes estén leyendo estas líneas recostados en una playa de Málaga disfrutando del sol y del sábado. En La Misericordia, en La Malagueta, da igual. Tumbados en una cómoda hamaca o directamente en la toalla, contemplando a izquierda y derecha como, otro año más, la noche después de la primera gran noche del verano, ha dejado una resaca que no se cura con un ibuprofeno y bebiendo mucha agua. Si alzan la vista del periódico o de la tablet, aún verán restos del naufragio. Y lo peor de todo, es que tampoco habrá mucha diferencia a cómo se encuentra la playa un día normal y corriente. El esfuerzo municipal previo, el de siempre, el esperado, pidiendo civismo y moderación a la ciudadanía que ayer decidió recibir al verano mojándose los pies y mojándose también por dentro, y a las cuatro y media todos para casa. Decía Albert Einstein, que de júas y de moragas no sé, pero saber sabía algo el hombre, que no hay que esperar conseguir resultados distintos haciendo siempre lo mismo, una frase aplicable tanto a una campaña por la concienciación ciudadana, como a un muro de Facebook de una adolescente quinceañera desengañada por su último rollo del instituto... como al PSOE. Es bastante obvio que la militancia socialista no tiene al físico alemán entre sus referentes vitales cuando, tras conseguir el peor resultado de su historia en dos elecciones generales consecutivas, han vuelto a votar a quién han vuelto a votar. Y ahí que está Pedro, que esta semana ha demostrado que, con alguna canita más pero la misma sonrisa, sigue siendo el mismo, el genio de la improvisación. La improvisación, a título personal, no es mala. Decidir en el último momento qué camino tomar, qué película ver o qué mensaje enviar le dan algo de vidilla al día a día. Pero al de uno. No es un modus operandi que mole, francamente. Porque improvisando, improvisando, en vez de tomar medidas consecuentes y pensadas, acaba uno poniéndole placas solares a un muro, a lo Donald Trump, o sacando a los niños de las aulas en vez de adecentarlas para que no se asen en verano. Pero bueno, para cuatro días de curso que nos quedan... ¿no?