José Manuel Soria, que fuera ministro, culpa a Cristóbal Montoro de su dimisión. Al parecer, Montoro le habría ido con el cuento al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, diciéndole que la madre del extitular de Industria había tenido una cuenta en Suiza. Esto habría sido el factor determinante para que el ministro presentase su renuncia.

Esta y otras historias van a aparecer en unas memorias que prepara José Manuel Soria. El hombre no fue un gran ministro, pero podría redimirse si logra elevar los índices de lectura. La historia la ha dado a conocer el periodista Carlos Segovia, de El Mundo. En el libro de 150 páginas, aún no publicado, Soria también critica a otros miembros del Gobierno, como la vicepresidenta Soraya Saénz de Santamaría; igualmente arremete contra grandes grupos eléctricos y audiovisuales. Joder con Soria, nos ha salido quevedesco el muchacho. La curiosidad del cronista es grande por ver cómo adjetiva este nuevo príncipe de las letras, si es hiriente, sarcástico, clásico, faltón sin más o partidario de insultos modernos o tradicionales . Nos defraudaría, por ejemplo, si llama menina a Soraya Saénz, dado que es insulto poco elegante y ya patentado por esa derecha muy derecha que odia a la derecha clásica. A la que está en el poder. Las memorias políticas están de moda, pero no tanto como los editores querrían. En los países anglosajones es casi obligado que cuando un prohombre de la política se retira escriba, o encargue (ahí hay un yacimiento de empleo para plumillas, primo) un libro de memorias. O de recuerdos o de ajuste de cuentas. En España el género de las memorias tiende al tostonazo, si salvamos las de Guerra, que son tres tomos y que aunque resultan jugosas y amenas hay que ser muy guerrista para leerlas completas. Leopoldo Calvo Sotelo escribió unas muy cortas, centradas en su año de Gobierno en las que destilaba un finísimo humor. La mujer de Pujol está buscando editorial y escritor dispuesto a perpetrar un libro hagiográfico sobre su exhonorable esposo. Parece que no lo encuentra. Y eso que seguramente tiene fortuna para pagarlo. Yo por mil euros soy capaz de decirle guapo a Pujol, pero seguramente, parir doscientas páginas elevándolo a la santidad no habría cuerpo que lo resistiera ni lector que se lo tragara. Tal vez poniendo el tomo en el apartado de ficción la cosa podría funcionar. Puede que Soria se nos rebele como un prosista iconoclasta o como un redomado costumbrista aunque lo que de él se espera es que explique lo de las cuentas fuera, que puede ser o no legal pero no parece que esté bonito o sea ético. Ni literario.