Abordemos el tema desde la estricta perspectiva turística, obviando el inmenso poderío económico de los promotores, para quienes el proyectado hotel es simple calderilla. De entrada, la empresa promotora, por lo que me informan, es una gran inmobiliaria no una empresa hotelera de trayectoria internacional reconocida, cuestión que no es baladí. He ahí una primera contradicción.

En su presentación se dijo que: «El Hotel Suites Málaga Port aspira a convertirse en lo que se llama un ‘hotel destino’, que atraiga a clientes por sí mismo». Y ¿qué es lo que lo hará atrayente? ¿Las vistas, el centro comercial, el casino? Volveré más adelante sobre ello.

Este tipo de proyectos se plantean donde no existen atractivos turísticos y tienen que crearse de la nada; pero carecen de sentido en lugares donde precisamente no faltan. ¿Qué aporta, entonces, aparte los puestos de trabajo que siempre se utilizan de socorrida zanahoria para arropar cualquier dislate? ¡Se crean «tantísimos» que, por ejemplo, sólo El Pimpi da trabajo a una tercera parte de los que contrataría el hotel! ¿Y qué más?

Considero que la filosofía empresarial con que nace el proyecto es también contradictoria con el lugar elegido y con los valores turísticos de Málaga, porque el establecimiento hotelero proyectado es del tipo «jaula dorada». Estos hoteles son diseñados para que el cliente no salga de ellos y hagan el máximo gasto en sus instalaciones. Por eso en el mismo edificio se proyecta un centro comercial y un casino. Es el modelo norteamericano del «todo incluido» que tiene sentido en determinadas zonas de playa o en entornos sociales inseguros. Y cuando se construyen en ciudades, adoptan ese concepto porque su clima es muy frío o muy cálido; o sea, tienen que funcionar a base de consumo constante y elevadísimo de energía para tener calefacción o refrigeración permanentes. ¡Cómo se ve un tipo de hotel perfectamente adaptado a las características malagueñas! Obviamente aparece una clara contradicción entre esta «jaula dorada» de tantas estrellas y el entorno climático, paisajístico y social de Málaga.

Por consiguiente, en una ciudad europea, española y andaluza, este tipo de negocio hotelero no encaja, sobre todo cuando uno de los puntos fuertes de la atracción de Málaga está en la calle y en la convivencia que el clima propicia; nada que ver con los espacios cerrados.

Apreciamos otra cuestión problemática al analizar, aunque sea someramente, el modelo de negocio proyectado. Su viabilidad exclusivamente hotelera me parece muy cuestionable por el elevado riesgo que comporta. Entre otras razones porque la inversión prevista de 120 millones de euros quizá esté bien ajustada en un entorno terrestre normal -aunque lo dudo-, pero ahí se quedarán muy cortos por razones que expuse en artículos anteriores. Incertidumbre que, además, extiendo a la necesaria amortización en 35 años, límite legal de la concesión del suelo que gravitará pesadamente sobre la cuenta de resultados. A lo que habría que añadir el canon portuario, que será bastante sustancioso porque si no, … ¡ya me dirán ustedes! Luego, ¿entonces?

En cuanto a su nicho de mercado, ¿dónde se encuentra? Desde luego no creo que esté en Europa. El turista europeo viene atraído por el clima, la cultura y el modo de vida que ofrecemos en la Costa del Sol. Conoce perfectamente las características de la cultura mediterránea que es lo que le atrae, por lo que ese modelo hotelero no tendrá éxito entre ellos. Además ya funcionan en Málaga hoteles de lujo adaptados a esos gustos más europeos y, si la demanda crece, surgirán otros con ese perfil. En consecuencia, sus futuros clientes vendrán de otras partes del mundo a los que les gusten los hoteles «jaula dorada»; sin embargo, no creo que sea el tipo de turismo que nos interese.

Se dice también que la potencial clientela son los cruceristas que usan Málaga como puerto base. Aclaremos esto. En primer lugar habría que precisar que los «verdaderos cruceros de lujo», donde viajan tales clientes, no son los mastodónticos para miles de pasajeros que atracan junto a la estación marítima de cruceros, sino los más pequeños y exclusivos que lo hacen en el muelle dos a pie de ciudad. Ahí tienen hoteles mucho más próximos y más atractivos por estar en su centro y en el de la vida malagueña. Por consiguiente, si los que llegan al muelle de Levante no son cruceros -ni transportan pasajeros- de lujo, mientras, por el contrario, sí lo son los que atracan en el muelle dos con los museos, monumentos, comercios, restaurantes y el centro urbano a tiro de piedra, nos encontramos con una nueva contradicción evidente en la ubicación del hotel.

Por otro lado, ¿cuántos cruceristas serán precisos para proporcionar una garantía mínima de ocupación al hotel portuario? Supongo que habrá estudios que la avalen. No obstante, la esencia de la rentabilidad de este tipo de hoteles no está en la explotación de las habitaciones sino en las ventas del comercio y el casino. Y aquí aparece otro elemento de la rentabilización del proyecto que también me parece contradictorio: la explotación del lujoso centro comercial.

Y lo considero contradictorio por las razones antes expuestas. Los cruceristas del muelle de Levante no son clientes de lujo; ni la ciudad ofrece una clientela potencial suficiente. Pero en caso de que estuviera equivocado, el éxito de este centro comercial iría en detrimento del comercio de la ciudad. Si lo que pretende Málaga es potenciar el turismo «de calidad» (que no necesariamente es el de gran poder adquisitivo), me parece lógico que los hoteles de lujo atraigan a este tipo de turistas, pero dejemos que los beneficios del comercio de lujo se lo lleven comerciantes instalados en la ciudad, para la que será siempre más rentable, en vez de los del complejo hotelero.

Despejar las incógnitas. En consecuencia, son muchas las incógnitas que planean sobre la explotación hotelera, mas con lo que se ha publicado y lo que sé de turismo y crucerismo me basta para afirmar que yo nunca avalaría financieramente este negocio.

¿Dónde está entonces? La clave creo que se encuentra en la experiencia como inmobiliaria, que no hotelera, de la empresa catarí que promueve el proyecto cuyo nombre lo dice todo: «Hotel Suites Málaga Port». Es la mejor expresión de su vocación de gran negocio inmobiliario. Deduzco que se pretende construir un hotel de apartamentos de gran lujo, en el que lo fundamental no es la explotación hotelera sino la venta de los «lofts», con vistas exclusivas sobre Málaga, que pasarán a engrosar el rosario de propiedades inmobiliarias de supermillonarios que no saben en qué gastar el dinero que les sobra y van coleccionando «suites» por todo el mundo. Una fórmula renovada «y lujosamente exclusiva» del negocio inmobiliario que inició SOFICO en España hace más de medio siglo, y sus posteriores variantes ligadas a puertos deportivos y campos de golf. Este proyecto, intuyo, pretende crear magníficas vistas de una bonita ciudad a pie de puerto de cruceros, para vender propiedades a precio de oro. La empresa se encargará de explotarlos turísticamente pero, por lo anteriormente expuesto, ese no es el núcleo fundamental del negocio que es inmobiliario.

El resultado final será que apenas dos centenares de multimillonarios monopolizarán el disfrute de las vistas exclusivas de nuestra ciudad desde el mar destrozando el paisaje marítimo de Málaga y su imagen para siempre.

Si el rascacielos proyectado fuera, al menos, un auténtico icono urbano de mil metros de altura como la Yeddah Tower que se construye en Arabia Saudita...