En este tiempo donde cada vez más se promueve aplicar la palabra sostenibilidad, referida a la satisfacción de las necesidades actuales sin comprometer la capacidad de las generaciones venideras, no debemos olvidarnos del futuro.

Pues relacionado con este desarrollo sostenible, según nos informan, tanto la EMT como el metro registraron en el primer semestre del año algo más de 25,7 millones de pasajeros, resultando muy valorable el aumento de 2.927.204 de usuarios en el caso del ferrocarril urbano. Estas cifras, quiero entender, suponen un cambio de hábito social de los malagueños marcado por una mayor concienciación hacia la sostenibilidad a la hora de trasladarse por la ciudad. Así, la huella de carbono -recuento de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) liberadas a la atmósfera por una persona en sus actividades rutinarias- de estos transeúntes queda reducida por la acertada apuesta de elegir los medios de transportes públicos frente al vehículo privado.

Otra de las ventajas de circular bajo esta fórmula se halla en el encuentro con mundos literariamente muy sugestivos. Estos entornos nos permiten entrar en las historias imaginadas de los ciudadanos peregrinos que los ocupan. Suben y bajan personajes variopintos quienes te ofrecen la oportunidad de bosquejar sus vidas, otorgándoles roles que se borrarán cuando se bajen, confeccionando tragicomedias las cuales hacen de la observación silenciosa todo un compendio narrativo. Un buen método para contemplar la gran proyección de lo cotidiano es el autobús o metro, creando una película contextualizada en un paisaje urbano donde todos anhelamos descubrir nuestra parada de destino. Nos recuerda Pessoa: «€Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos». A encontrarse entre marquesinas.