Cómo sería aquel pánico. Resultaría inquietante poder acercarnos a aquellos hechos en una máquina del tiempo. Poder pasear por aquella ciudad antigua a la que le llegaba el mar a las puertas, sin saneamiento moderno ni tecnología tal como la entendemos hoy, pero con habitantes tan humanos como nosotros y tan cargados de sueños o más, probablemente, con una capacidad de sufrimiento infinitamente mayor y con un determinismo existencial incomparable ante la fatalidad, golpeados por la peor de las infecciones, aquella «peste de carbuncos y landres con secas y tabardillos pestilentes», y por la miseria que siempre la amplifica. Qué fascinante sería que nos explicaran lo que sufrieron o celebraron nuestros antepasados mediante un proceso de inmersión que acompañara a la asimilación de los datos históricos.

Además de la capacidad de buen comunicador de algún enseñante y la utilización de ilustraciones y montajes audiovisuales, la recreación virtual de los hechos ayudaría al investigador a su mejor comprensión (y de paso harían menos temidos los exámenes si esos hechos forman parte del temario obligatorio de algún ciclo de la Educación). El documento que se exhibe en el archivo de Málaga data de 1637 y da por terminada la epidemia que asoló la ciudad. Por aquella centuria algunas ciudades de las dimensiones y actividad económica similares tendrían unas 4.000 familias censadas. Redondeando el concepto de familia utilizado en la época por el de individuos, eso equivaldría a unos 20.000 habitantes, asumiendo cierto margen de error que nos permite generalizar sin faltar a la verdad. La epidemia de peste de la que habla el delicado documento expuesto se llevó por delante unas 14.000 personas. Aterrador.

Ayer se inauguraba el primer Observatorio de Realidad Virtual en el Polo de Contenidos Digitales de Málaga. Por allí anduvieron, tanto en la Demo Área como asistiendo a las ponencias de alto nivel, personalidades, ejecutivos de grandes empresas y profesionales de todo tipo. Las posibilidades del desarrollo de la realidad virtual son mucho mayores que las que ya nos proporcionan las emociones de las montañas rusas que suman a su vértigo físico las gafas virtuales, ésas que nos hacen creer que estamos cayendo de un rascacielos de la ciudad de Gotham junto a Batman.

No dejo de pensar en pasear por la historia de mi ciudad a orillas del Mediterráneo, una de las más antiguas de Europa. En aquel primer asentamiento bástulo que originó la colonia fenicia llamada Malaka. Tras los cartagineses la ciudad romana de Malaca, aquella que se regía por un códice particular: la Lex Flavia Malacitana. La llegada de los «bárbaros» del Norte. La conquista árabe que la convirtió en la Malaqa amurallada en cuya falda vivían del comercio genoveses y judíos. Imagino «vivir» el asedio de los Reyes Católicos cuya victoria y toma de la ciudad en 1487 se conmemora cada Feria de agosto, lo que supuso el fin del Reino nazarí de Granada al que aquella Málaga pertenecía. Quizá ya no sea un sueño