Conviene, pese a todo, que la representación teatral catalana no se convierta en una farsa, porque igual que se pasa con facilidad de tragedia a farsa, se pasa de farsa a tragedia, y aunque no se pase se pierde la autoestima. Seguir diciendo que se va a cumplir la Ley, y los Mossos se encargarán de ello, cuando se está anunciando a voz en grito que se va a derogar la Constitución, es ya una farsa en modo cachondeo. Se puede hacer algo frente a esto o no hacer nada, se puede impedir el referéndum o permitirlo, pero lo que no se debe es mirar para otro lado y decir que por ahora no ocurre nada. Y no se debe porque cuando se hace uno el tonto, y admite pulpo como animal de compañía, no sólo se degrada a si mismo, sino también a lo que uno representa, que es a todos los españoles. Si el discurso político de la democracia se acaba convirtiendo en cachondeo la crisis ya será de otro calibre.