La ministra García Tejerina, que lo es de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, giró ayer visita a la provincia. «Giró», que diría un cronista antiguo. Tejerina es ministra de tantas cosas que más que tarjetas de visita necesitaría sábanas de visitas para que cupieran todos los cargos. Ella y una gran comitiva, entre la que estaba Antonio Sanz, el delegado del Gobierno en Andalucía, pasearon por el litoral de Estepona, viento ligero, mar de fondo, «pañuelitos en la orilla», que diría Alberti. Iban casi todos de blanco y negro, con lo cual parecía un entierro estival o una boda de modernos. En algunas imágenes se ve, no obstante, al Subdelegado del Gobierno en la provincia, Miguel Briones, que va de azul clarito, un punto dandy o dolce vita como expresando la nota alegre y vivaracha. O sea, la, casi, máxima autoridad saliéndose del dress code, en un gesto como de afirmamiento de la personalidad o de díscolo. Las imágenes nos muestran a un abundante ramillete de nuestras nunca bien ponderadas autoridades paseando alegremente para desdicha y envidia del oficinista o el currela, que está doblando el lomo pese a la canícula aunque tal vez pensando en sabadear o dominguear por esa senda o paseo esteponero que ya tiene 14 kilómetros.

De aquello de que un ardilla podría cruzar la península ibérica de árbol en árbol (no tenía que estár ni ná aburrida la ardilla) vamos a pasar a que se pueda ir de Manilva a Nerja andandito. Para lo cual no hará falta estar aburrido pero sí disponer de un tiempo considerable, unas piernas tonificadas, un ánimo dispuesto y tal vez una cantimplora de agua fresca o unos euros para parar en un abrevadero o chiringuito y atizarse dos cañas y unos boquerones. Tejerina vino a prometer cosas. Cuando un ministro se aburre viene a Málaga y promete mucho.

-Gutiérrez, ¿qué tenemos en agenda?

-Nada, señor ministro.

-Pues vámonos a Málaga.

Hace unos días vino el titular de Fomento, De la Serna, a quien siempre confundo con Méndez de Lugo, que en realidad es Méndez de Vigo. Mejor que no hubiera venido porque la opción para el baipás ese del tren a Sevilla es la más cutre, más barata y menos segura. Eso por no hablar de las añagazas sobre el Cercanías. Tejerina vino a Málaga a hablar del saneamiento integral, que es como hablarle a Noé de la lluvia. Décadas y décadas sin culminarlo. Décadas de dilación y torpeza y choteo por parte de Junta, ayuntamientos y Diputación y ministros y ministros y ministros. Décadas con un lobby turístico un pelín empanado sin presionar lo suficiente. Asustados, como algunos años atrás, por si al protestar se acababa el grifo de las subvenciones.

Tejerina firmó ayer con José Fiscal, consejero de Medio Ambiente al que le pegaría más serlo de Justicia, un protocolo que incluye 149 obras de tratamiento de aguas en la comunidad, con una inversión de 790 millones hasta 2021. Las cifras son tan magnas que seguramente serán mentira. Pero resaltan elegantes en los titulares. Como esas camisas caras, esas blusas vaporosas, ese caminar hacia la orilla. Ese solano en la cara dura.