Y a debe ser mala suerte que llegue el verano, que te llamen para una tertulia (¡al fin!) dado que los titulares andan de vacaciones y que, una vez emperifollado y culiforme sentado en el plató feliz y dispuesto a disfrutar de la fama telecinquera, te toque hablar, especular, acerca de las razones por las que alguien se suicida. Con lo fácil y divertido que es perorar acerca de quién va a ser subsecretario, con quién quiere pactar Pedro Sánchez, cuántas naciones hay en España o por qué sube el pollo, si es que sube, que el pollo es mucho de comportarse bien en la granja pero regular en los mercados. De abastos y financieros. A mí me gusta más el pollo que los suicidios.

Ayer a la mañana haciendo zapping veía a los opinadores y opinatrices suplentes ahí, que si el suicidio se puede prevenir o no y si el suicida lo anuncia o no y si la dirección del disparo y tal. A mí me llaman para una tertulia sobre suicidios y soy capaz de suicidarme. Siempre hay que lamentar un suicidio, compadecer a la víctima. Pero las redes, como cada vez que muere alguien, se ha llenado de odio y de invectivas hacia el úlitmo muerte célebre, Miguel Blesa en este caso. Los suicidas son homicidas tímidos, decía Cesare Pavese. Por su parte, ya nos advirtió Nietzsche de que «el pensamiento del suicidio es un poderoso medio de consuelo: con él se logra soportar más de una mala noche».

A ver si nos va a salir una columna filosófica, que nos estamos desviando. Aquí lo que queríamos era glosar la heroicidad trufada de mala suerte del periodista que al fin consigue hacer una suplencia en una tertulia y el tema que le toca comentar es nada más y nada menos que el por qué de los suicidios. El por qué de Blesa ya está glosado, la amistad con Aznar, Cajamadrid, las black, las estafas con las preferentes y todo ese carajal/historión la que hemos asistidos como pasmados espectadores o clientes estafados. El por qué de los suicidios es otra cosa. Hay un antiguo debate acerca del papel de los medios de comunicación. La vieja escuela es partidaria de no informar sobre ellos. Salvo que se trate de un Blesa, claro. Se opina que puede generar efecto imitación, lo cual equivaldría a no informar de muchos asuntos violentos o luctuosos por el mismo motivo. A lo mejor lo que ocurre, simplemente, es que cuando un anónimo se quita la vida a nadie le importa. Ni siquiera a un redactor de obituarios, que prefiere una víctima gorda, una finca de caza, aditamentos de esos. O sea, detalles más como de tertulia.