Le doy dos planes para esta tarde a elegir: llevar a los niños a una feria de videojuegos en un espacio habilitado con aire acondicionado, extenso aparcamiento e incluso una zona retro donde revivir aquellas mañanas de sábado en las que se pulía en cuatro partidas los veinte duros de la paga; o, por el contrario, llevar a la familia a un secarral pegado a la autovía, sin iluminación, con veinte papeleras, sin aseos, sin fuentes -está en Málaga, claro- y que por no tener no tiene ni wifi. La distancia física entre ambas opciones es de apenas ocho kilómetros pero la distancia real es abismal. El Ayuntamiento de Málaga ha vendido como plan de ocio para este verano una apertura parcial que, si se califica de a medio gas ya es ser generosos y que cualquiera sabe si se eternizará en las condiciones actuales. Estas, desde luego, no invitan a un paseo por un campo entre carreteras que promete acabar convirtiéndose, más pronto que tarde, en un vertedero maloliente€ tal como está. La apertura es forzada. Si hubiera elecciones en el horizonte se diría que electoralista, pero con el cielo político despejado no parece otra cosa que un despropósito. Un por narices al que seguramente la novelería lleve a unas cuantas familias a llevarse los tuppers, la cervecita fresquita y los batidos para los niños para pasar un día en el campo y estrenar el campamento que, repito, con sus casi 300.000 metros cuadrados de extensión, no tiene aseos y solo alberga veinte papeleras. Conociendo como está Málaga, tanto el Centro Histórico como el resto de distritos, no me veo a un alegre campista guardándose el papelito del helado hasta pasar por al lado de los depósitos de basura. Aunque bien pensado, ¿quién va a comerse un polo en este nuevo parque si no hay kiosco donde comprárselo? Con un equipamiento escaso, sin vigilancia, abierto las 24 horas del día, el Campamento Benítez parecería un invitación a ese rincón de juventud que todos hemos frecuentado en un Peugeot 306 (coloque usted mismo ese primer coche con ese asiento de atrás en el que experimentó sus primeros amores furtivos) si no fuera porque está prohibida la entrada de vehículos y la única luz instalada en el recinto está precisamente en el aparcamiento, que promete noches de ventanillas subidas y KissFM en la radio. Así que, de momento, no me esperen por el Benítez, que ya tengo un Seat Ibiza.