El recurrente titular acude puntualmente a las portadas de los periódicos, año tras año: unas extrañísimas manchas anaranjadas han llegado a las playas de nuestro litoral, sembrando la alarma entre los bañistas. El reportero de turno trasmite la información facilitada por las desconcertadas autoridades: parece tratarse del desove de sardinas y boquerones. Los que entienden de estas cosas, los científicos, desmienten a los políticos y afirman que se trata de la presencia masiva de microalgas de la especie Noctiluca scintillans. Sea lo que sea -y cada cual sabrá qué opción le merece mayor credibilidad, si la del oceanógrafo o la del concejal- se trataría en ambos de un fenómeno completamente normal, producto de la dinámica del ecosistema marino del mar de Alborán. Las autoridades, tan receptivas y sensibles siempre hacia toda manifestación de la naturaleza, han actuado como se esperaba de ellas, enviando barcos quitanatas para eliminar las manchas y conjurar tan terrible amenaza.

En algún momento de su historia reciente, el hombre decidió dejar de cobijarse bajo la sombra del árbol para, a continuación, exigir su tala. Después subió a casa y encendió el aire acondicionado, no sin antes bajar la persiana para que la luz no se reflejase en la pantalla del televisor, luz que antes era tamizada por la copa del desaparecido árbol. Luego bajó a la playa y sintió temor ante la poética bioluminiscencia producida por un microorganismo que habían venerado sus antepasados.

Aguardemos impacientes el titular del verano de 2018 sobre las extrañas manchas rojizas aparecidas en las playas, verán qué risa. El día de la marmota, versión malacitana. Maldita hemeroteca.