En qué se parecen Cristiano Ronaldo, la infanta Cristina, Mariano Rajoy o Iñaki Urdangarin? En que ninguno de ellos sabía lo que hacía. El doctor Johnson sentenció que «cuando alguien sabe que van a colgarle, su mente se concentra maravillosamente». En la versión postmoderna que sustituye la horca por un tribunal, los personajes citados contradijeron al enciclopedista y fingieron una ignorancia mayúscula sobre la procedencia de sus haberes, al ser interrogados por la justicia. En el momento en que deberían estar más despabilados, su acreditada agudeza claudicaba y se convertían en guiñapos. Solo servían para gastar el dinero de procedencia misteriosa.

En este país de ignorantes, la amnesia repentina no desmocha los privilegios de sus supremos devotos. Rajoy renunció a su derecho a interrogar al tribunal que lo convocaba, Ronaldo renunció al estrado donde debía hablar tras declarar como imputado, los Borbón Urdangarin renunciaron a España para vivir en la deprimida Ginebra. Desde su refugio calvinista con escolta, el exduque centra su ignorancia selectiva en el arduo Derecho Administrativo. Curioso en un egresado de Esade, pero nunca se debatió su jurisprudencia, sino su prudencia a secas.

Ninguno de los sobresalientes en amnesia salió de su pérdida de conocimiento más pobre de lo que entró. Ninguno consta que se descontara con los cobros, pese a que tampoco se titularon en Cálculo. Ninguno de ellos se encuentra ahora por debajo de la media de una población que no ha delinquido ni por desconocimiento. Ninguno hubiera admitido el sambenito de ignorante cuando se produjeron los hechos. Todos ellos recurren hoy a la ignorancia como exaltación intelectual de la desmemoria. Si no sabes lo que haces, llegarás lejos. Si lo sabes, estás perdido.

Neymar no es Messi. Neymar era una de las grandes estrellas del fútbol español. Ahí están sus cifras de fraude a Hacienda para demostrarlo. La mitad del planeta se sometería a los mayores sacrificios por vivir un solo día como Neymar. Sin embargo, el brasileño está descontento con ser él mismo todo el año. Porque tiene a Messi por encima.

Cree que un desplazamiento en horizontal, de Barcelona a París, le garantiza también un crecimiento en vertical. Debió consultar antes con Cristiano. No es casualidad que el argentino comparta la doble ese con Picasso. Son genios que se infiltran en el cerebro de sus perseguidores y lo corroen. No solo vencen a quienes les disputan la supremacía, los destruyen en lo más íntimo.

Ya nos la sabemos, aquella de que Michael Jordan no habría sido nadie sin Scottie Pippen, ni Stephen Curry sin Kevin Durant. La pregunta es, ¿a cuál de ellos ficharías y a cuál dejarías volar con todo el dolor de tu corazón? Atraparías a Jordan, a Messi. Es más duro ser el dos que el catorce, Díaz Miguel siempre recordaba que la ansiada medalla de plata le entristecía porque se conseguía tras una derrota con el oro. El monopolio de Messi ha sido tan obsesivo que no admite la rémora de un número dos. Ni siquiera en una temporada en barbecho, cuando hubiera sido más lógico dudar del renqueante monarca treintañero, antes que de su heredero a la espera. Neymar es el jugador del Barça que ibas a ver al campo si no jugaba Messi. El éxodo del brasileño obliga a plantear si se necesita más coraje para jugar junto al astro argentino o para despegarse de su absorbente campo gravitatorio. Cuando una estrella del fútbol quiere marcharse, se va. Aunque sea a ninguna parte.