Es verdad que ya vamos quedando pocos de los que tuvimos el inmenso privilegio de haber vivido en primera fila y desde sus comienzos aquel milagro español. Y por supuesto, cada vez seremos menos. Nuestra frágil vida terrenal es así. Por eso, no sería aceptable el silencio o el mirar hacia otro lado en ciertos momentos. Pues también es verdad que fue un milagro la creación, a partir de cero, sin medios y sin ayudas, de una pujante industria turística internacional en España. Admirada y respetada en todo el mundo. Incluso la presencia, demasiado frecuente, de vergonzosos episodios de corrupción o de casos de urbanismo depredador y salvaje en nuestras costas españolas no debe empañar la brillantez de una ejemplar y sobre todo muy rentable socialmente hoja de servicios del turismo a España y a los españoles durante mas de medio siglo.

Aquellos tiempos portentosos fueron posible sobre todo por la capacidad de trabajo y la ilusión y la fe en unos tiempos mejores de cientos de miles de trabajadores, profesionales y empresarios. Los de antes y los de ahora. Es verdad que en ciertas ocasiones hemos sufrido unas obscenas dosis de codicia, unidas a actuaciones institucionales lamentables. De las que todos hemos sido víctimas. Sin paliativos. Pero también es verdad que nuestra sociedad y muy especialmente nuestros medios de comunicación y nuestros tribunales de justicia han sido generalmente un eficaz contrapeso, pues han sabido cumplir ejemplarmente su misión correctora ante desmanes y abusos.

Los que participamos entonces en esa ya larga e inolvidable aventura del turismo español sabemos que podemos mirar el futuro con confianza y optimismo. Unas nuevas generaciones, excepcionalmente bien preparadas, han tomado ya el relevo. Lo están haciendo muy bien. Por supuesto mucho mejor de lo que lo hicimos nosotros. Por todo ello nos ha sorprendido a más de un veterano de aquella larga marcha los recientes episodios en algunas ciudades de España escenificando el rechazo a la presencia de turistas en nuestras calles y en nuestras plazas. Con la bandera del absurdo y casi infantil exhorto del ´Tourists go home´, tan bochornoso como ingrato.

Por supuesto, es obvio que ahora nos están pasando factura los errores cometidos en el pasado. Generalmente cometidos por dirigentes institucionales inexpertos y desconocedores de todo lo que es básico en una de las industrias más fecundas por su capacidad de creación de empleo y riqueza del planeta. Pero convertir una respetable y justificada crítica a la saturación de algunos importantes núcleos urbano o al mal uso y abuso de los mismos por unos ´hooligans´ impresentables, mal llamados turistas, en una llamada a las barricadas puede llegar a ser el caldo de cultivo de una novedosa y daltónica patología social. Patología que está teniendo muy escasa aceptación en Andalucía, tradicionalmente tierra sabia y desde antiguo habitada por personas inteligentes y hospitalarias.