No hay neonazis buenos

Es gravísimo: tras el enfrentamiento en Virginia de supremacistas blancos -es decir, racistas que niegan los derechos civiles a los que no lo son- con antifascistas e integracionistas, que causó un muerto y numerosos heridos, el presidente norteamericano, Donald Trump, tras algunas vacilaciones, ha terminado marcando la equidistancia: en esta confrontación, la violencia está por igual en ambos lados, ambas actitudes son reprobables. Y, por supuesto, hay buenos y malos en ambos lados: también entre los supremacistas hay personas virtuosas (a su juicio, insisto).

La actitud de Trump, favorable también a la preservación de los símbolos confederados -es decir, racistas-, no ha sido inocua esta vez: numerosos empresarios que formaban parte de los consejos asesores presidenciales, han decidido abandonarlos. Trump, despechado, los ha disuelto y ha comenzado a lanzar críticas contra quienes mantienen la tesis incontrovertible de que «no hay neonazis buenos», como ha dicho acertadamente el congresista Mitch McConnell.

Esta deriva es gravísima porque pone de manifiesto que Trump es, ante todo, un inmoral, sin valores ni principios. Ni siquiera el pacifismo podría justificar la indiscriminación entre las distintas violencias. Mucho menos puede hacerlo un político que está al frente de una gran democracia.

Pedro Villalar. Málaga