Geoffrey Gurrumul Yunupingu tenía la voz más admirada de Australia. Era un aborigen. Había nacido hace 46 años en la costa septentrional de Australia. En la reserva de Nagyngburra en Elcho Island. Una isla de la Tierra de Arnhem, ya en los Territorios del Norte. Ahora su nombre y su obituario aparecen en las páginas de importantes diarios y revistas de medio mundo. Generalmente sin una foto suya. Así lo establece la tradición de los aborígenes australianos. La imagen del difunto nunca debe ser reproducida después de su muerte. Tampoco su nombre de pila. Después de su fallecimiento en julio su familia decidió que su nuevo nombre sería Doctor. El Dr Yunupingu. El cantante había sido nombrado en 2012 ´Doctor Honoris Causa´ por la Universidad de Sydney.

El doctor Yunupingu era ciego de nacimiento. Nunca aprendió el Braille. Y jamás utilizó la ayuda de un bastón o un perro adiestrado. Confiaba totalmente en su familia, en la bondad de los demás y sobre todo en el milagro de las palabras a través de la voz humana. Se acompañaba en sus canciones con la guitarra. La tocaba como los ángeles. Colocada al revés, ya que era zurdo.

En su niñez el doctor Yunupingu contrajo la hepatitis B. Al contrario de los niños de los ´Balanda´ - los blancos - nunca fue vacunado. Cuando al final ingresó en el hospital los médicos pensaron que quizás tendría un grave problema de alcoholismo. Sus riñones y su hígado estaban en una situación terminal. Es obvio que ésa no podía ser la causa. El cantante apenas bebía.

Los ´Balandas´ australianos amaban su voz, su guitarra y su música. Sus actuaciones en Estados Unidos, en Londres o en China fueron apoteósicas. Generalmente cantaba en inglés. También en gumatj, el idioma de su clan. Admiraba a Stevie Wonder, otro cantante ciego. En los últimos meses de su vida se refugiaba muchas noches en una cavidad excavada en la arena de la playa de su isla. Alguien que no lo conocía pensó que era un ´abo´ borracho. Tirado en la playa como un montón de harapos. No sabía que ese hombre era uno de los cantantes más importantes del planeta. Allí estaba. Preparándose para el último viaje de su vida terrenal. En comunión secreta con el oleaje que golpeaba la playa y con los mensajes de la música que hasta el final de sus días fue parte de su sangre.