La imagen de Kim Jon-Un riendo a carcajadas con sus generales mientras toca el botón de un nuevo misil que nos acerca a un conflicto nuclear resulta cómica, más que patética. La de Trump padeciendo el desquite de la madre naturaleza, tras haber desoído su clamor de cambio climático, es más patética que cómica. En los dos casos el resultado es o puede ser dramático, pero Kim le está ganando a Trump la batalla de la imagen. Aparte de que su rostro es más simpático (Trump repele), Kim y su escenografía son disparatados pero reales, mientras que Trump ejecuta un papel, como caricato de si mismo. O sea, Kim no es un actor, mientras Trump sí, y la gente aún valora la naturalidad. En cuanto a la razón para ocuparse de este asunto es obvia: estando hoy la paz del mundo, y el futuro de la humanidad, a expensas de esos dos payasos, sin poder hacer nada, ponerse serios nos llevaría al llanto.