El niño estudiaba, aplicado. Sobre la mesa, a la derecha, varios lápices y bolígrafos de colores. A la izquierda, un cuaderno en el que cabría holgadamente el Quijote, tres marcatextos y dos gomas de borrar, una para lápiz y otra para bolígrafo. Sobre las sillas contiguas, a izquierda y derecha, cuatro libros, dos en cada una, forrados con diWertidas caricaturas del exministro de Educación y Cultura, al que Dios guarde alejado de todos los ministerios por siempre jamás... ¡Vade retro, don Ignacio...!

Me dirigí al zagal:

-¡Vaya mesa bien surtidita, eh...! ¿Qué estudias, campeón?

-Gramática. Necesito que me ayudes con el sufijo ´idad´, como variante del sufijo ´dad´ -me contestó, mientras ojeaba su cuaderno.

No tenía demasiado tiempo, pero pretendiendo serle útil le expliqué que el sufijo ´dad´ y sus variantes ´idad´, ´edad´ e ´eidad´, aplicados a los adjetivos, expresan cualidad. Le sugerí algunos ejemplos, como ´racionalidad´, ´intencionalidad´, ´locuacidad´, ´gracilidad´, ´constitucionalidad´, ´fealdad´... y le pedí que él ampliará la lista. Y lo hizo con brillantez, pero Jaimito, que así se llama el jovencito, no sería Jaimito si no fuera, digamos, distinto...

Me recitó una retahíla de adjetivos relacionados con su tema de estudio. Al llegar al último, hizo un teatral silencio que me hizo oír perfectamente el repiqueteo de un tambor llamando mi atención... Y sentenció:

-La última es la palabra que más veces repetís tú y todos tus amigos€ Tachán-tachán: ´estacionalidad´.

Viendo lo embebido que estaba en el asunto, le pedí que se extendiera en la explicación en este caso, y justo ahí fue cuando compareció Jaimito en estado puro:

-Estacionalidad es la cualidad de la estación. Y el que se lleva la palma en estacionalidad es el jefe de estación, porque pasa todo el día allí. Los pasajeros también son estacionales, pero solo a ratitos, mientras esperan en la estación para tomar el tren o el autobús. Y las limpiadoras, los mecánicos, los maquinistas, los chóferes y todos los empleados de las estaciones de tren y autobuses, también son estacionales -lo expresó de un tirón, sin la más mínima pausa.

Ante el panorama complejo que se presentaba y mi poco tiempo, le pedí que suprimiera ´estacionalidad´ de la lista. Le expliqué que la estacionalidad tiene que ver con el hecho estacional y no con la estaciones de transporte, y le prometí que otro día, con más tiempo, se lo explicaría ampliamente para que lo entendiera, y me marché. La prisa me comía.

Ya en el coche, mientras meditaba sobre el razonamiento de Jaimito, no pude evitar entristecerme. Jaimito, a su manera, había leído mejor la estacionalidad que nosotros, los implicados en la actividad turística, que llevamos sesenta años colaborando con ella. Según Jaimito, el jefe de estación es el rey de la estacionalidad, porque es el que más tiempo pasa en la estación. Sin embargo, los implicados en el ejercicio profesional turístico, cuando hablamos de estacionalidad, es como si habláramos de la noche más nigérrima e inhóspita. Interpretamos que la estacionalidad es lo que ocurre cuando no tenemos el número de clientes necesarios para que nos salgan las cuentas como nos gustaría. Pero, en realidad, la estacionalidad de cada segmento turístico no se da en los periodos de ausencia de clientes, sino justo lo contrario. Es decir, el segmento de esquí, por ejemplo, es estacional porque su mismidad hace que su actividad ocurra en los meses de invierno. No porque su actividad cese durante el resto del año.

Aunque hay destinos, per se, estacionales, por lo general los destinos no lo son, sino que somos nosotros, los animales más dotados para gestionar el turismo del planeta, los que los estacionalizamos con nuestra gestión. La mismidad turística, como concepto universal, lleva implícita una estacionalidad, que se manifestará de una u otra forma, en función de cada segmento turístico. Así que, cuando dotamos a los destinos de volúmenes de oferta adaptados al segmento más potente, el vacacional en nuestro caso, no es razonable aspirar al milagro permanente de cumplir con la ocupación que nos gustaría a todos y cada uno de los que conformamos el destino, todos los días del año. Por más fervorosamente devotas que sean las preces que elevemos al cielo, nuestros ´deseos´, salvo accidente, como es el caso actualmente, nunca prevalecerán sobre «lo razonablemente posible». Lo prometa quien lo prometa.

Jaimito, que es un lince, seguro que lo pillará a la primera...