La grandeza del periodismo radica en las intensas y emocionantes aventuras que nos permite vivir. Amo el oficio porque se lo debo todo. El periodismo es una responsabilidad y un regalo. A veces parece incluso magia. Yo toqué techo al respecto hace unos años, tecleando un pie de foto. Era una foto de una mujer disfrazada de plátano. Escribí «Una mujer disfrazada de plátano». Lo leí. Miré la foto. Lo volví a leer. Se me saltaban las lágrimas. Me sentí plenamente realizado.

Dice Enric González que los periódicos son como las salchichas, que llevan de todo y no conviene estar presente cuando se elaboran. Algo así se le atribuye a Bismarck con las leyes, aunque por lo visto eso lo escribió antes otro. Atravesamos como fuere días de picadillo. Con la política pasa lo mismo que con el fútbol, el periodismo o el McDonalds. Mejor no saber qué pasa en la cocina para seguir comiendo.

Yo no sé qué hace la mayoría de mis amigos en sus trabajos, y me parece perfecto. Sé a qué se dedican, así en general y en abstracto, y a ellos le debe ocurrir algo parecido porque de repente me piden entradas para un musical o me preguntan si fui a la final de la Champions. La imagen generalizada que se tiene del gremio es en realidad la excepción, y sirve igual para el fútbol que conozco, donde millonarios hay pocos y abundan los absurdos pies de foto.

La verdad para la mayoría de los futbolistas de este país está más cerca de subir tieso y dolorido al autobús de vuelta a casa, o al coche de algún compañero, después de un partido de doscientos golpes, un capazo de mierda y dos o tres pases decentes, mientras piensan qué tocará hacer al día siguiente en clase o en el trabajo. La verdad para la mayoría está ahí donde se necesita actualizar el argot futbolero, donde anestesiar la pelota no equivale a controlarla. Anestesia solo cuando le pegan tan mal que el balón moriría sin ella.

Pero mentalmente para nosotros son futbolistas jueguen en Primera, Segunda o en Cuarta. A veces me choca la admiración que se despierta a su alrededor, que tal como viene se evapora pronto, y sospecho que a muchos de ellos también les pasa, y por supuesto que a la inversa. Lo mejor sobre nosotros lo escribió Hernández Coronado en Las cosas del fútbol, hace más de medio siglo: «Para escribir de fútbol en un periódico es necesario reunir dos condiciones: ser amigo del director y no servir para otra cosa». No sé si cumplo los requisitos, pero la verdad es que con lo simple me vale. Escuchar que a Nadal le ha tocado un mal cuadro e imaginar que está en una rifa y ha salido su número cuando sorteaban el Ecce Homo. O pensar que el tío que decidió poner palos a los Fantasmikos para derrotar a los Cool Bits, por ejemplo, es un auténtico sabio. O rezar para que alguien vaya a donde estaban Highbury o Sarrià, haga visera con la mano en la frente, y diga «todo esto antes era campo» mirando al infinito, y lo suba a Youtube. Ese sería de verdad un genio. No nos hagáis tanto caso.