No estaba muerto. Ni estaba de parranda. Lerele. Carlos Fernández, exconcejal de Marbella, se hallaba en una remota ciudad argentina, a más de mil kilómetros de la fascinante Buenos Aires, o sea, en el culo del mundo o en el sexto pino, en el más allá. Donde Cristo pegó tres voces y no lo oyó ni un gaucho.

Fernández fue primero gilista furibundo, luego andalucista de los que ahora podrían ir a la Diada y hablar de naciones e independencias. Más tarde trincó. Finalmente, huyó. Un idealista, vamos. Hace once años. Desde mayo de 2006 estaba huido. Ahora ha sido detenido por la policía argentina y no se sabe muy bien si se ha entregado creyendo prescritos sus delitos (encardinados en el caso Malaya) o si la pasma del país hermano lo ha trincado pese a su asentada vida y su cirugía estética, que ha debido ser de low cost, dado que parecer tener la misma cara. Dura.

Un juez tiene que decidir en treinta días si lo extradita o no. Me causa simpatía sin embargo este hombre, así es uno, así es el que suscribe, propenso a la condescendencia de los que llevan vida novelesca. Marbella Confidencial ha contado muy bien y antes que nadie la vida de Fernández en Rivadavia, como esposo y padre ejemplar, asesor y coaching y transmutado en Hernández para pasar más inadvertido. Alguien que se llama Fernández y se cambia a Hernández sólo puede ser un cachondo mental o un falto de imaginación. Descartamos lo segundo, dado que tienes que ser muy imaginativo para inventarte una nueva vida. De la que parece que se ha cansado. Tal vez mucho asado. O morriña del Puerto de la Torre o de Marbella. Quizás ha sentido ganas de refundar el andalucismo, ahora que España se parte mientras otros se parten de risa. La Inteligencia argentina se vanagloria de la captura, pero habría que reprocharle a la tal Inteligencia una cierta lentitud. No sabe uno si tardar once años en detener a un nota es ser muy listo. Y conste que creemos que en España podrían haber tardado más. Seguramente Hernández, digo Fernández, habrá tenido poderosos amigos que lo hayan protegido con el más poderoso de los caballeros: don Dinero. No se sabe si volverá para revolotear libre como oscura golondrina o tendrá que visitar algún talego patrio, si es que sus cohechos y trincalinas varias se consideran no prescritos. Otros malayos se están pudriendo al sol o en la cárcel. Él ha consumido una segunda vida y quiere volver a la primera. Lerele.