Lo que se anuncia en Cataluña no debe hacernos olvidar que aún hay votaciones que son serias, como la que ayer se celebró en Alemania y en la que según todas las previsiones Angela Merkel será reelegida canciller. Doctora en Física, hija de un pastor luterano, educada en un régimen comunista, pragmática y reflexiva, posideológica y con principios sólidos, lleva doce años en el cargo y con los cuatro que se le vaticinan superará los catorce de Adenauer e igualará a su mentor Helmut Kohl. No han sido años fáciles pues últimamente ha tenido que lidiar con dos crisis muy graves: la económica financiera y la de los refugiados. Si en la primera aplicó políticas de austeridad que beneficiaron su economía en perjuicio de países periféricos como España, en el caso de los refugiados Merkel reaccionó con una envidiable altura moral, anteponiendo los principios a sus propios intereses políticos y acogiendo a más de un millón, mientras otros países les cerraban las fronteras.

Es cierto que la economía alemana está bien y eso ayuda a su reelección. Según sondeos recientes, el 75% de los ciudadanos están contentos con su situación económica y el 59% estima que el país va bien. Son cifras envidiables es cualquier país pues solo un 27% de los españoles o un 13% de los italianos piensan lo mismo.

Todo indica que la coalición CDU/CSU de Merkel ganará con un 37% de los votos sin alcanzar la mayoría absoluta y eso obligará a pactos con otra u otras fuerzas políticas y las alternativas son varias. La primera y más lógica sería un pacto con los liberales de Lindner si éstos logran un número de votos suficientes para regresar al parlamento del que salieron en 2013. Las encuestas actuales les otorgan un quinto puesto con entre el 9% de los votos. La segunda alternativa sería reeditar la gran coalición con los socialdemócratas de Martin Schultz, que se ha deshinchado en las encuestas pero que aún mantiene entre un 20 y un 24% en intención de voto. Son dos partidos llamados a competir pero que cada día se parecen más al luchar ambos por ese centro político en el que afirman encontrarse el 80% de los alemanes, y de hecho en el reciente debate televisivo entre Merkel y Schultz las discrepancias fueron más de forma que de fondo. El inconveniente de la gran coalición es que dejaría la oposición en manos de la ultraderecha xenófoba de Alternativa por Alemania, AfD, más radicalizada con el liderazgo de Alexander Gauland y a la que las encuestas dan un tercer puesto con el 11% de los votos y entrada por vez primera en el Bundestag. Todavía cabría otra alternativa entre la CDU, el FPD y Los Verdes (Die Grüne) que alcanzarían un 8%, aunque no es fácil sentar juntos a verdes y liberales. La izquierda poscomunista (Die Linke) quedaría en cuarto lugar pero una coalición del SPD, con comunistas y Verdes no tiene precedentes y no parece probable.

Con quién vaya a gobernar Merkel es importante para los alemanes en primer lugar pero también para Europa y para el mundo.

El mundo dominado por los nacionalismos populistas de Trump, Putin y otros necesita una voz moral que recuerde los principios, que abogue con autoridad por un orden económico abierto y justo a la vez, y por un orden político internacional multilateral que respete valores y no imponga la ley del más fuerte. Que abogue por enfrentar los peligros que representa el cambio climático y que no cierre las puertas a los que huyen de la guerra.

Europa sale de una crisis terrible que no solo es económica y de liderazgo sino también social, institucional y de refugiados. Y que ha recibido el mazazo del Brexit. Pero que con los resultados electorales en Austria, Holanda y Francia ha plantado cara a los populismos y con la elección de Macron recupera ilusión por el futuro a la vez que reequilibra una locomotora que se había escorado demasiado hacia el lado alemán. Tras la reelección de Merkel y las reformas emprendidas (con muchas protestas) en Francia, será el momento de revitalizar este eje franco-alemán con el necesario apoyo de España e Italia. Es posible que las últimas propuestas de Junker sean exageradas, pero hay otras que pueden salir adelante como crear una Defensa común, dotarnos de un presupuesto y de un ministro de la Eurozona, o convertir el actual Mecanismo Europeo de Estabilidad en un auténtico Fondo Monetario Europeo para “tomar el destino en nuestras manos”, como dice Merkel. Y pasar de una política de austeridad a otra que sin perder rigor estimule el crecimiento. Porque para recuperar la ilusión por un europeísmo integrador y sostenible, para que sea popular y compartido es necesario poner en primer lugar el bienestar ciudadano. En este ámbito una coalición de CDU/CSU con los socialdemócratas sería más flexible y proeuropea que una coalición con los liberales, que prefieren una Eurozona menos integrada y que Grecia salga del euro.

De todas formas y pacte con quien pacte, Merkel tendrá la sartén por el mango por cuarta vez. Su experiencia, su sensibilidad para captar el humor de sus conciudadanos, su capacidad para fagocitar ideas ajenas y su defensa de los valores europeos son una garantía. Solo falta que se decida por fin a liderar, que es lo que Europa ahora espera de ella.

*Jorge Dezcállar es diplomático