No sé por qué cientos de separatistas llenan calles y plazas pidiendo Voltaren. Tampoco sé por qué al juntarse dos o más independentistas cantan siempre L´estaca (en catalán, claro), y como no entiendo ese idioma he buscado la traducción de esa canción. En resumen se trata de una letrilla lastimera que habla de un tío que a su vez habla con un viejo, un tal Siset, sobre la necesidad de desenclavar una estaca ya podrida a la que ambos se sienten encadenados desde siempre, pero por más que tiran nunca lo consiguen, hasta el punto de que el viejo Siset espicha en el intento y el otro maromo se queda solo, con su anhelo, cantando para no sé quién en un portal. Lo que viene siendo un zumbado de manual, de los de toda la vida.

Para ser una canción protesta o un himno a la esperanza de la tan deseada independencia no me parece muy ilusionante, es más, diría incluso que resulta fallida, pues por ahora mucho cantar y tirar de la estaca pero poco avance. La estaca no es que se parta, es que ni siquiera se mueve. Quizá fuese más apropiada, dada la fronteriza covacha que quieren montar, entonar la de Opá yo viazé un corrá, así al menos quedarían claras las intenciones y puede que hasta los policías y guardias civiles que lidian con esa jauría se echasen unas risas, que en todos los trabajos se fuma.

Es posible que, bien mirada, la copla catalana tenga un aquel que yo soy incapaz de desentrañar, o a lo mejor sus estrofas contienen un mensaje oculto solo descifrable para aquellos abducidos por la locura separatista, y no sería la primera vez. Abundan los ejemplos históricos de histeria colectiva o enajenación social, como el llamado síndrome de Koro, un trastorno por el que el paciente cree que su pene empequeñece por momentos hasta desaparecer por completo. La sugestión es tan poderosa que en 1967 se registró un brote descontrolado de Koro en Singapur y cientos de hombres vieron cómo cada día su miembro viril desaparecía. El mecanismo es sencillo: uno lo piensa, convence a otro que se lo cuenta a su primo, y el efecto de pertenencia a la tribu hace el resto, aunque viendo a Anna Gabriel seguro que hasta Trapero prefiere revestirse de eunuco antes que imaginarse la eventual coyunda. En cuanto a mí, antes capado que compartir espacio con la esponja marina de la parlamentaria catalana. Llámenme exquisito, incluso remilgado, pero yo lo llamo mal menor y cuestión de supervivencia.

En este caso la paranoia y la ensoñación secesionistas se expanden ganando adeptos por las redes sociales, camufladas entre lo que ahora llaman bulos y posverdad, o paparruchas de siempre, en las que titiriteros y demás bufones ridículamente pastoreados, como Oscar Jaenada o Aleix Espargaró, se suman a intelectuales de la talla de Karmele Marchante, Yoko Ono o Julian Assange para excretar en feliz comunión orgiástica unas opiniones alejadas de la Historia, el rigor, la legalidad y la realidad. Pero eso no importa, son famosillos y con eso les sobra para infectar el ambiente con su desinformación, repitiendo mantras alejados de las enseñanzas de Ulpiano, dejando patente el proselitismo de un sistema educativo alentado durante años por la omisión de PP o PSOE y que se ha convertido en el laboratorio soñado por la versión más tarada de un Joseph Goebbels lisérgico, de ahí que ya nadie se extrañe cuando Rufián tira de repertorio del etarra Jon Idígoras, que el movimiento estelado tache de renegado a Juan Marsé, o que usen a niños como voceros alienados y pancarteros involuntarios.

Lo único bueno es que esto provoca como reacción un hambre inusitado por el conocimiento, a la gente le ha dado por desempolvar a Espronceda y buscar Kurdistán en el mapa, pero barrunten ustedes sobre el poder de la propaganda única y pregúntense cómo, tras décadas de adoctrinamiento, no es plausible que unos niños crean que Cataluña y Narnia son países propios desde que el mundo es mundo, o lleguen a pensar que puedan menear una estaca imaginaria que sólo ellos ven, e incluso entiendan normal el salir de excursión a gritar e insultar a policías nacionales. Eso lo riegan ustedes con un chorrito de manipulación, lo aderezan con la opinión de algunos televisivos incultos, y ya tienen un menú tan estético y enraizado como incomible y sin sustancia. Agorera resulta la letra de Serrat en Esos locos bajitos: Nos empeñamos en dirigir sus vidas / sin saber el oficio y sin vocación / les vamos transmitiendo nuestras frustraciones / con la leche templada y en cada canción.

Espero que nunca olvidemos lo que estos días se ha repetido hasta la saciedad, quien tolera el desorden para evitar la guerra, tiene primero el desorden y después la guerra (Maquiavelo). Los miserables que invocan L´estaca como banda sonora del caos, los locos que sacan de contexto los libros de texto, y los bastardos que envilecen la mente de los imberbes deberían leer El elefante encadenado, de Jorge Bucay, puede que así recobren la cordura. Pedirles que se lean la Constitución Española o eduquen a la niñez en libertad, sin atarlos desde su infancia a una estaca inexistente, ya lo dejamos para otro día.

«No necesitamos que controlen nuestros pensamientos, ni sarcasmos oscuros en las clases». Another brick in the wall, Pink Floyd.