Más que dejar a Puigdemont en ridículo, el televisivo Évole constató el domingo las contradicciones que aquejan al libertador catalán y, por ende, la falsedad de su discurso. El presentador de Salvados cogió al president no con la guardia baja, sino por los suelos. Cómo sería que Puigdemont no recordaba que en 2014 había votado en el Parlament en contra de la celebración de un referéndum de autodeterminación en el Kurdistán iraquí; uno, por ejemplo, como el que ese territorio acogió este mismo lunes, en contra del parecer de todo quisque menos de los kurdos. Pero ese día el diputado de CiU tenía el día fino y también se opuso a que los saharauis puedan ejercer el derecho a decidir.

Puigdemont, pues, piensa que los catalanes encajan mejor que kurdos y saharauis en el supuesto de pueblo colonizado y explotado por una metrópoli o un Estado opresor. Curioso: pueblos para los que el derecho de libre determinación fue concebido no pueden disfrutar, en opinión del president, de la misma atribución de soberanía que él reclama para los catalanes. El mismo derecho, pero en versión posmoderna, en el que, para colmo, se fundamenta la ley del referéndum del 1-O, como este martes le recordaron más de 400 profesores de Derecho Internacional en un manifiesto en el que denuncian la filfa del domingo.

El mandatario catalán sólo acertó a contestar a Évole que entonces (en 2014) el referéndum kurdo no había sido convocado. Argumento de peso. Tampoco el del próximo domingo fue convocado hasta el pasado 6 de septiembre. ¿Por qué, pues, apoyaba su celebración el president desde mucho antes?

Para salir del atolladero, Puigdemont contraatacó diciendo que él pertenece a un partido (CDC, ahora el PDeCAT) que no ha sido «habitualmente independentista». Sin embargo ya lo era en 2014, y eso no le impidió votar en contra de la celebración de consultas soberanistas en el Kurdistán y el Sáhara Occidental.

En descargo de Puigdemont hay que decir que él siempre ha sido independentista y que en 1992, el año de las Olimpiadas, ya lucía camisetas con el lema ´Freedom for Catalonia´ para que los visitantes de todo el mundo supieran qué ambicionaba. No como su predecesor al frente de la Generalitat, el secesionista sobrevenido Artur Mas, que diez años después aún consideraba la independencia un concepto «anticuado y un poco oxidado».

¿Y Évole? Pues nada, se ganó el insulto de moda, ´fascista´, por dejar en ridículo a Puigdemont. Como Serrat, Borrell y otros catalanes (los alcaldes del PSC, pongo por caso) que disienten y no lo ocultan. Lo siento por él, pero no puede quejarse: en un Salvados titulado «Tres días en Rentería», emitido en marzo de 2014, ni pestañeó cuando un proetarra justificó los atentados de la banda con el argumento de que «cualquier pueblo tiene derecho a defenderse». El abertzale le preguntó: «¿Defender a tu pueblo es terrorismo?». Pero Évole no repreguntó, como hubiera sido su obligación ante tamaño ´scoop´. No vio la noticia. Con Puigdemont, sí. Pero la llevaba preparada.