Resulta que el alcalde De la Torre quería meterle un canon al agua. Ya ven. Hay gente que al agua le mete una bolsita de infusión o un chorreón de whisky pero el alcalde de Málaga era más partidario de meterle una subida. Al recibo. Está la cosa como para que le suban a uno nada. Crece el PIB, crece a ratos el (precario) empleo, se va la crisis pero los sueldos no suben. Al asalariado, ni agua. Al autónomo, no digamos.

La infeliz idea de fomentar un menor consumo de agua la tuvo el regidor hace un par de meses. La oposición y los colectivos vecinales, incluso los vecinos, se pusieron como un basilisco, que no sabemos muy bien qué es pero que debe ser algo seco, con poca agua, con escaso líquido al menos. Entonces el alcalde, que no es partidario decidido de las improvisaciones o decisiones rápidas, pensó, reculó, volvió a pensar, amagó y finalmente elucubró con la posibilidad de pasar el problema a la Junta ¿Cómo? Pues no subo el agua si la Junta paga parte del dineral que hace falta para poner lo hidráulico en la ciudad como nuevo. La cantidad es de ciento y pico millones y la Junta debería pagar 72. Uno no sabe de qué magnitud acústica serán las risas en los pasillos y los despachos del departamento de la administración regional donde se decidan esas cosas. Que les debe parecer un chiste eso es seguro. Máxime si se tiene en cuenta que esas cantidades parece que la Junta las tiene comprometidas, por proceder de Europa (como los turistas o el brioche) para saneamiento. O sea, no estrictamente para la red de una ciudad concreta. Todo esto se debatió ayer en el pleno municipal con los ediles hablando mucho y bebiendo agua casi de continuo para aclarar la voz y las ideas. El líquido elemento siempre es un buen asunto de debate, por mucho que los argumentos no estén claros como el agua. No se vieron intenciones turbias, aunque sí algunos argumentos fueron más aseados que otros. El pleno dijo no a la subida, al canon. Los malagueños no pagarán más en su recibo. Uf.

La oposición ha cortado el grifo a las decisiones no consensuadas y el alcalde, pese a que podría comenzar a ser partidario de la máxima filosófica que empieza por «para lo que queda en el convento... no tiene claro tomar decisiones impopulares. Le gusta más abrir museos que subir el agua. y esto no es ninguna obviedad, dada la alta cantidad de políticos que nunca nos han abierto nada, ni sus intenciones, y sin embargo han trabajado duro para jodernos la vida. Esos que podrían decirnos «ajo y agua». En nuestras oraciones los tenemos.