No nos subestimen. A los poetas y a los que tenemos vocación de ello todavía nos queda aliento para comunicar. Para vocear desde los balcones del corazón y las trincheras de la vida. Aliento para contar algo de manera diferente, alternativa. Porque la Poesía con mayúsculas aún tiene mucho que decir y que dar. No se confíen, ni es un género menor ni es de minorías. Abran los ojos y se toparán de bruces con ella. Pero hay que saber buscar. No sólo en las grandes antologías o en los estrados de las cátedras. Miren más allá. Observen también los muros de los núcleos urbanos, los grafitis, las carpetas de los escolares y tantos otros ecosistemas donde libremente afloran los versos. La Poesía siempre sobrevive como un «arma cargada de futuro», que decía Gabriel Celaya. No es de jóvenes ni de viejos, ni de eruditos o iletrados. Es patrimonio del pueblo. A fin de cuentas, también en ella se hacen ciertas aquellas palabras del Evangelio de San Mateo: «Te doy gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla». Hoy por hoy, en el panorama nacional, conviven la fuerza de las nuevas formas expresivas de los poetas emergentes junto con la indispensable cadencia, musicalidad y autoridad de los ya asentados. Y Málaga, ni mucho menos, vive ajena a esta realidad de acción poética ni al ciclo vital que fluye entre maestros e iniciados. El próximo viernes tendrá lugar en nuestra ciudad la entrega de premios del Certamen Poético Internacional «Cortijo la Duquesa», que nace en el seno de la asociación cultural del mismo nombre y que integra en sus galardones el premio «Manuel Salinas» y el «Cortijo la Duquesa». Salinas, Manolo, es un granadino con ropas de malagueño. Poeta más que consolidado, buena persona ante todo, y consecuente con sus letras. Y digo consecuente porque Manuel no sabe mentir ni en la lengua oral ni en la escrita. Sus versos son reflejo de esa búsqueda de la ética a través de la estética que ya proclamaba Juan de Mairena. Y así, de manos de Manuel, es como brota la idea de promover y ensalzar la Poesía a través de un premio de talla internacional con sede en Málaga y cuyo valor le viene dado, sin duda alguna, por la impecable trayectoria del jurado que lo sostiene. Porque la importancia de los premios literarios, sepan ustedes, no se mide por su dotación económica, sino por el reconocimiento profesional de quien te lo concede. Así, poetas de trayectoria y renombre como el maestro de maestros, Antonio Carvajal, Premio Nacional de Poesía 2012, componen este jurado al que también se suman la impactante profundidad y clarividencia de la pluma de Sara Pujol Russell, y otros más como Enrique Baena, Rosa Francia, Inmaculada Urbano, Rosa Romojaro o el propio Salinas. Un elenco que envuelve con su autoridad la valía de este certamen que se va consolidando en nuestra ciudad y que convoca este año su cuarta edición. En la estela de premiados ya han dejado su huella María del Carmen Guzmán Ortega, Ana María Prieto del Pino, Dionisio Pérez Venegas, José Antonio García Aguilera y mi compañero Juan Gaitán. Quien les escribe la presente, dicho sea de paso, también tuvo el honor y la suerte de ser galardonado con el premio «Manuel Salinas» el otoño pasado. Pero no hablemos de uno, que es una ordinariez. No es el momento. Este viernes han sido convocados como ganadores los poetas María Fernández Lago y Ramón Martínez López. Ramón, indiscutible poeta en alza de Fuente Vaqueros, compañero y amigo con quien he tenido el placer de compartir antologías y recitales, ya acapara una larga trayectoria de premios a sus espaldas. Y yo espero, vaticino y le deseo que éste no sea el último. Todo sea por las letras. Unas letras, unos versos, que nos miran directamente a los ojos, al interior. Con mirada limpia. Ése y no otro es el juego de miradas con el que, en definitiva, nos sostenemos por el mundo. A veces, con una sonrisa. Otras, en silencio. Sonriendo y callando. Porque, como decía el poeta Ángel González, al final, en último extremo, «uno tiene conciencia de la inutilidad de todas las palabras».