Todo el mundo tiene buena opinión de José Luis Ruiz Espejo.

-Ese quién es.

Bueno, queremos decir, los que lo conocen, o sea, los militantes socialistas y la gente que en general sigue la política malagueña. O bueno, no todos. Casi todos. Porque algún enemigo tendrá el hombre. Sí, vaya usted a saber, igual un subordinado habrá ahí en la delegación de la Junta que le guarde cierto recelo o rencilla. Rencilla suena mal, ya da idea de mezquindad, es como rejilla, que no llega a reja y está ahí aminorada por ser diminutivo, pero sin la gracia que por lo general tienen los diminutivos. De Espejo tiene todo el mundo en general buena opinión por ser afable y trabajador, si bien en el momento en que parte de su trabajo se convierta en buscarle trabajo a los conmilitones (esa es una de las grandes tareas de la secretaría provincial) la cosa se empezará a fastidiar.

No digamos nada cuando tenga que hacer una lista electoral. Entonces empezarán a cabreársele. Ya dijo Bono que lo importante en política es ser amigo del que hace las listas, con lo cual vemos ya un problema en que Ruiz Espejo sea secretario general: tiene muchos amigos. Y los que le estarán saliendo estos días. Una pechá de amigos. Una jartá de afectos sobrevenidos. Una cola imaginaria de gente a las puertas de su despacho bramando para sus adentros qué hay de lo mío.

El nuevo secretario general de los socialistas malagueños dijo ayer en sus primeras declaraciones que luchará por traer inversiones a esta tierra. No sabemos entonces a qué se estaba dedicando hasta ahora como delegado de la Junta. Será que ha querido decir que el que tiene voz y fuerza es el partido y no la institución. Acabáramos. Desde luego ahora él es alguien muy poderoso: tiene dos puestazos, uno orgánico y otro institucional que no son moco de gallina. Espejo se ha impuesto por siete a tres, más o menos, a Rafael Fuentes, que ha hecho una campaña esforzada y meritoria como de ciclista de antaño que llega sin asfixiarse a la meta. Con un treinta por ciento obtenido, el sanchismo no haría ascos a ser incluido en la futura ejecutiva del nuevo secretario general, que no sabemos si tiene ganas de monolitismo o de integración. Hará lo que le diga Susana Díaz. No sería muy lógico que Fuentes y lo suyos quedaran apartados. Se agrandaría la herida actual que, la verdad, tampoco suele sanar cuando los integrados son tratados como jarrones de adorno. Al final también esto acaba generando rencillas.