Mientras el 1 de octubre, policías y guardias civiles llegados de toda España se dedicaban en Cataluña a romper puertas de colegios, disparar balas de goma y aporrear a ciudadanos en respuesta a un referéndum que no era tal, nuestra TV pública estaba en otra cosa.

Como si no ocurriera allí nada, en TV1 se ofrecía una serie estadounidense mientras que en el segundo canal se deleitaba a los espectadores con un documental sobre la Amazonia desconocida y en el canal 24 horas se mostraba lo que un amigo, que me llamó para informarme, calificó de «panegírico» de la monarquía.

Un vecino, votante del PP, me dijo haber escrito en su cuenta de Facebook que la popular cadena de televisión privada que montó ese día un programa especial con abundante despliegue periodístico le había ganado la batalla al Gobierno.

Y al igual que otras televisiones internacionales, Euronews, que ofrece un buen resumen cada media hora de sucesos relevantes del mundo, mostró una y otra vez a lo largo del día imágenes de la «proporcionada» (Mariano Rajoy dixit) intervención de las fuerzas de seguridad del Estado en aquella comunidad.

No entraré en la ilegalidad del referéndum y en la enorme responsabilidad de lo ocurrido de quienes animaron a votar a la gente aun a sabiendas del riesgo que corría, pero sí quiero denunciar aquí la ocultación y continua manipulación informativa, en este y otros muchos casos, de una televisión que pagamos entre todos.

El deber de un medio de comunicación público, y la TVE lo es, aunque parece actuar todo el tiempo al servicio del Gobierno, es informar de lo que ocurre, guste no o no al partido en el poder.

No cuesta imaginar con qué profesionalidad habrían actuado, ante sucesos similares en sus países, cadenas públicas como la BBC o las ARD o ZDF alemanas. ¡Claro que esta vez la violencia policial no era contra ciudadanos de Venezuela sino que quedaba mucho más cerca!

Ya sé que lo que crítico no es un vicio exclusivo de la televisión del Estado, sino que otro tanto cabe decir de la descarada y burda manipulación de muchas televisiones autonómicas, entre las que ocupa por supuesto un lugar de honor la catalana.

En un país en el que la gente pasa por desgracias tantas horas tontas frente a la pequeña pantalla, democratizar las televisiones públicas, hacer su información más plural y rica en contenido de modo que responda al interés real de los ciudadanos y no de los gobernantes es tarea de extrema urgencia.