Me imagino que conocen ese anuncio donde vemos varias escenas en las que sus protagonistas soportan diferentes situaciones para convenir que ninguna de ellas está pagada por aguantar al compañero que no deja de hacer un ruidito insoportable con el bolígrafo o por aguantar al otro que siempre te da el chasco por detrás. La voz en off nos dice entonces que ese trabajo, teniendo que soportar a semejantes colegas no está pagado. Con esa simple idea caminaré por el sendero de la luz que hoy emana de la pantalla, espero que iluminada como ya dijimos que hace Tamara Falcó en cuanto piensa un poquito en su Santo Ángel, sea por lo de Cataluña, sea por el bolso Vuitton que se cuelga del brazo a 900 euros la pieza porque ella lo vale. No está pagado, querida beata, soportar tus arrebatos de mística pija, o sí, que a veces los descreídos necesitamos una dosis de vesania para venirnos arriba. Tampoco que Pablo Motos se someta a la machada de depilarse un poco de pie para que la audiencia vea en directo lo mucho que duele, aunque te lo haga la mofletuda Mónica Cruz. Paréntesis. Hablo de mofletes porque la señora Cruz, hermana de Pe, se ha puesto unas mejillas más infladas que un pez globo asustado. La madre que la parió. ¿Qué edad tiene esta mujer? Miro en mi libro de cabecera. 40 años. ¿Y ya se echa mierdas en la cara para estirarse? Cierro paréntesis. Mónica ha encontrado acomodo como colaboradora en El hormiguero. Un fiasco. Flojita, querida, flojita. Hacerle a estas alturas a Motos la mascarada de la cera es menos serio que un referéndum dirigido por Puigdemont y Junqueras, esas junteras que huelen a pecado mortal, a zoofilia guarra. Ni Javier Cárdenas en Hora punta, cuyos espectadores no están pagados soportando las memeces del sumario -se ha sabido que la bajeza del personaje ha llegado al límite tratando de negociar con algunos medios para que no hablen mal ni de él ni de su zurullo catódico-, llegaría tan lejos amparando semejante patochada. Huy, huy, decía Motos, como si acabara de parir tras el tirón de la cera. Machismo estúpido. Tontería cuando hasta los adolescentes de hoy se hacen la cera hasta en sus huevecillos peludos.

El sueldo real

Hoy en día ni ser rey está pagado. Lo vimos a principio de semana. Sacaron a Felipe VI de su rutina, lo llevaron a un despacho, le colocaron la cámara, y hala, lo echaron a los leones. Y se lo han comido. Vivo. ¿A quién se le ocurriría la idea de ponerle de nuevo el traje a las nueve de la noche, cuando a esa hora lo que hace el hombre en bata es tocarle el culo a la reina al voleo, viendo que las niñas están en sus deberes y no en carantoñas de casados, mientras Letizia hace las tortillas de la cena? Lo de Cataluña está haciendo estragos. Es como una apisonadora. Quienes estábamos en casa pendientes del último capítulo de El incidente no sólo nos tragamos antes el texto de Su Graciosa Majestad firmado letra a letra por el Gobierno para mejor honrar al nacionalismo catalán, una fábrica de hacer independentistas por segundo, sino que apareció la cara de Vicente Vallés en vez de la de Pepa Aniorte como policía a lo Frances McDorman en Fargo, la mítica de Joel Cohen, en el especial dedicado a lo mismo, ustedes me entienden. Al final, ni como ciudadanos ni como espectadores nos merecemos esto. No, no estamos pagados. Sólo nos queda trillar fuera de la era. Y el humor. Me han pasado, íntegro, el discurso del rey, escribe un tal Mark Alexandre en Twitter. Aquí va: «Catalanes, no os vayáis porque me bajarán el sueldo. Tengo mujer y dos hijas que mantener, dos hermanas tontas y unos cuñaos que no dan palo al agua. Es triste pedir pero más triste es de robar. Y el abuelo se funde en putas la herencia». Y otro. Urdangarin le dice a Cristina, «que dice tu hermano que quien no cumpla la ley tendrá que asumir las consecuencias». A lo que responde la mujer del duque empalmado: «Siempre fue un cachondo el chiquitín». Como vemos, esto de sacar al rey a la arena del circo asomándose a la pantalla fuera de temporada -lo suyo es en Navidad, con las gambas, el jamón, y la suegra piripi-, a la altura de María José Campanario y Belén Esteban -a la gresca de nuevo, algo así como la guerra entre independentistas y españolistas- es una temeridad. No está pagado. Ser rey en la España de hoy no está pagado.

Wyoming I

Como vamos viendo, si ser rey es un bluf, un monigote al servicio de una ameba nociva como Rajoy, y la tele pública una zorra abierta de patas al servicio de su señor, ser espectador de La 1 tampoco es una bicoca. Que sí, que llega Carlos Herrera, y eso sí que no está pagado. Y perdonen que termine con lo peor. No está pagado tener cerca, o lejos, a un energúmeno como Eduardo Inda. Que se lo pregunten a la reportera Mayka Navarro, que pretendía hacer su trabajo sin darse cuenta de que este hooligan estaba en el plató impidiendo, como hace siempre, que se cuele algún dato u opinión que no le venga bien. Pasó que Mayka trataba de explicar el caso de Marta Torrecillas -la mujer que dijo haber sufrido la violencia de la policía en Barcelona ya que ésta le partió los dedos «uno a uno»-, matizando las primeras declaraciones de la señora. Ah, amiga, pero estaba la hiena para cortarla en seco, para interrumpir, para hacerse la víctima, y para reprender a Mayka, que se derrumbó en lágrimas ante el golfo Inda. No está pagado, Ana Rosa de los cojones, ni para tus cronistas ni para los espectadores, contar con alguien tan chungo como ese tipo. Así que en esta situación de turbiedad y España partida hagamos caso a quien pide que en vez de gritar dialoguemos. Viva Wyoming I, que pone luz dando discursos reales mejores que el original encajado entre las fotos de Sonia Monroy, vestida de bandera española, y Karmele Marchante, con bandera catalana. Y para terminar, apelo a mi mismidad. Lo mío, llevar a casa con honrada dedicación a la pantalla el pan que me como, tampoco está pagado. Snif, snif.

La guinda

El virus

Lo de Cataluña, permítaseme reducción tan zopenca, está propagando uno de los peores virus, el de la manipulación y la mentira. La prensa suele acabar afectada por ese infame bichito, y en vez de informar como debería se coloca en uno de los «dos bandos». Un reportero de Telemadrid, creyendo que aún no estaba en el aire, pidió a un manifestante que mostrara la bandera de España. ¿Es TV3 el ejemplo a seguir en el bando contrario?