Siempre me hizo gracia el poder de las plantas. En casa teníamos la planta del dinero que aseguraba una fortuna vitalicia, la que, con hojas carnosas, eliminaba las verrugas, esas que también se quitaban si alguien te daba dinero por ellas. Los pascueros en Navidad, ese jazmín grande con el que mis hermanas se hacían unas especie de biznagas, pero cosidas con hilo para las bodas o para la verbena de verano. Otras plantas con poderes son los cactus que dicen que quitan las radiaciones electromagnéticas de los ordenadores. Algo deben de tener las plantas aunque no creo que tengan todo el poder que se les da, al menos la del dinero, que de momento no parece que funcione.

Pero hace unos días descubrí en este periódico que sí que hay plantas del dinero: son las que si podas, aunque sean de tu propiedad y estén en tu propiedad, el Ayuntamiento convierte en dinero. La noticia era que por podar un ficus se ha multado con 4.000 euros a una joven. No es un caso aislado.

Está bien que no llegue un promotor despiadado y elimine un bosque para edificar viviendas, ahora bien si un árbol está derribando un muro o un árbol con las raíces y está adentrándose en una casa se deber permitir eliminarlo sin coste.

Si el problemas es cómo controlarlo, hoy en día hay drones y satélites de sobra para poder controlar la tala despiadada, pero si lo que quiere el Ayuntamiento es que vivamos en la selva, lo tienen fácil: que permitan en el PGOU edificar casas en los árboles para evitar que se «poden» las cuentas corrientes de los sufridores.

Sin embargo, si por casualidad todos esos expedientes respondieran a un motivo recaudatorio, tengo una idea: existen unas macetas que, si las plantas, dan dinero, se llama la planta del dinero. Comprobado que funciona.