El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, recibió ayer la condecoración de Oficial de Legión de Honor de la República Francesa de manos del embajador de Francia en España, Yves Saint-Geours. Es el honor más alto que concede Francia. La nación vecina considera que De la Torre ha hecho mucho por ella. Obviamente, si no no lo hubieran premiado. Los franceses son muy de premiar a los afrancesados, no como nosotros, que gustamos de encumbrar al que denosta a España. Aquí tiene un prestigio estúpido el que se cisca en el país. Basta con que alguien diga me cago en España para que le den un programa en la televisión. Es como si en casa concediéramos el sitio de honor en la mesa al que más menos apego observara hacia el hogar. Afrancesado fue término para denostar a quienes bebían vientos de modernidad y cambio e ilustración frente a los ultramontanos o trabucaires, los carlistones, los partidarios del absolutismo o/y del Dios patria y fueros.

Los jóvenes peperos, que sin embargo ya se han comido la mitad del bollo de la vida, se tiñen canas para ver si dan mejor en los sillones y quieren jubilar pronto a De la Torre para que les deje la alcaldía y el Ayuntamiento. No sabemos si dejarán que se lleve la Le legión de Honor y otros trofeos. Ellos saben que nunca los condecorará Francia. Se van a ir conformando con paellas populares en Huelin, la feria de El Palo, las inauguraciones de peñas en el extrarradio o la magia que siempre proporciona asistir a la inauguración de unos fuegos artificiales o poner la primera piedra de unas oficinas municipales. Los planes del PP andaluz y malagueño pasan por ir adelantando los tiempos. Ahora es principios de año cuando quieren nominar el candidato para la alcaldía de Málaga. Opinan que estos homenajes, como el que le hace Francia, lo ponen tierno y sentimental y que debe haber muchos más para que así sea más fácil darle la patada. Lo que pasa es que al regidor cada homenajete de estos lo convence más de que la gente quiere que se quede. A ver si le va a pasar como a Puigdemont, que no sabe si irse o quedarse. El alcalde de Málaga habla francés. Lo cual es ya hacer por Francia mucho más que el noventa por ciento de los españoles, que creen que nos siguen volcando camiones de tomate en la frontera por mucho que ya no haya fronteras y no vendamos ni un pimiento. De la Torre es un cosmopolita al que no le gusta salir de Málaga. Un cosmpolita con fronteras, lo cual es un oxímoron como ese de independentistas sin fronteras de algunos nacionalistas, cuya patria es el encabrone ajeno.

El alcalde se resiste a dejar la alcaldía pero el tiempo no se resiste a pasar. Francia lo homenajea. Merecidamente. La nación de los miles de quesos, Napoleón y la torre Eiffel, la Bardot y Delon, con toda su grandeza, no es que se rinda a sus pies pero le hace una reverencia.

Brindemos con un Beaujolais. O conociéndolo, con un Nesquik.