Aquí mucho hablar de lo importante y de jaleos varios pero nadie parece estar reparando en lo esencial: cambian el día de emisión de El Ministerio del Tiempo. No les ha bastado con maltratarlo los lunes, haciéndonos tragar la pura basura del programa que le antecede para emitir el episodio a las tantas. No. Ahora resulta que los pocas entregas que quedan cambian de día. Miércoles. Así. Para desconcertar. Por tocarnos la antena o los bemoles. Ya, ya sé que lo suyo es verlos de uno o dos tirones cuando queramos. A demanda. Pero uno conserva ciertos ritos del mundo de ayer, como leer novelas en papel, pasear sin rumbo, concentrar la atención al balompié en el fin de semana o seguir (algunas, no todas) series semanalmente, el día que la emiten.

El Ministerio es una de ellas. La serie de Javier Olivares tiene unos guiones excelentes, es didáctica, tiene buen ritmo, se aprende, los actores lo bordan. Es original. Es decir, es decir con pena, es demasiado buena para la televisión pública. Con todo, no es TVE la única que se pasa por el forro lo que deberían ser los horarios racionales. Las otras son muy de anunciar un capítulo a las diez y que entre previas, anuncios, tactismos por ver qué hace la competencia y dilaciones varias, te emitan el arranque a las y tantas. A veces en una pausa publicitaria te da tiempo a hacer un doctorado. En publicidad. O la cena, el desayuno y el aperitivo.

No duerme aquí ni el apuntador, les parece a los programadores televisivos, y eso que el que suscribe no es partidario del pronto acostamiento ni de todas las costumbres europeas, como esas de telediario a las seis, cena a las siete y a las diez a la piltra con iPad, hora en la que en las españas aún luce un agonizante rayo de sol si es por ejemplo el mes de julio, que ya en octubre añoramos viendo la lluvia caer (necesaria sin embargo), viendo las castañas, golosina casi sin igual, viendo florecer los fondos de armarios, abrigos, botas y chubasqueros. Viendo los atascos que nos procuran los autobuses escolares y atisbando la mantecada y turronada ya en el horizonte.

En el horizonte y en los estantes de los supermercados. Quien y más y quien menos poco después de la fiesta de la Hispanidad o en estos momentos, tal vez ahora mismo, ya se ha hincado un mazapán, con el que conviene un sorbito de anís para que pase mejor. Y se haga más corta la espera hasta que empiece nuestra serie favorita o un agente del Ministerio viaje al momento en el que nació el programategui de TVE y le dé su merecido o intervenga para que se dedique mejor a la cría del ajoporro, al estudio de los nenúfares o la redacción de informe para la industria de la tornillería o el menaje. Juegan con nuestro tiempo. Y ganas no hay de perderlo. ¡Voto a brios!