Son las que transcurren entre el acto en el Teatro Campoamor de Oviedo y la nueva gran manifestación en Barcelona de ayer. El acto del viernes fue en realidad una sesión de ópera, en la que, a través de largos recitados, se acaba trabando un vínculo ritual, emitido al mundo, entre los tres tenores de la UE, el Rey de España y el público. Fraguado el pacto en vivo y en directo, con la consistencia de un auto de fe, Rajoy, subido a ese pedestal, hizo valer ayer los derechos de la Ley, que el día antes habían quedado inscritos, y anunció la deposición de los culpables. Luego, de tarde, la multitudinaria manifestación, con los proscritos al frente, produjo otra gran efusión de calor coral, detectable por cualquier sensor térmico del mundo, y renovó el vínculo entre las masas, la causa y los pronto encausados. Mientras todo siga siendo incruento será posible la distancia, e incluso el humor.