Parece premonitorio. Este verano de altas temperaturas en el clima y en la política ha comenzado con un terrible incendio en Petrogrâo Grande, en el vecino Portugal, que causó la terrible cifra de 64 muertos y termina con otros incendios pavorosos en California (37 muertos), otra vez Portugal (43 muertos) y la misma Galicia (4 muertos). Claro que no todo es fuego porque también las lluvias han hecho de las suyas con los monzones que este año han matado a 1.200 personas en Asia y los huracanes que han azotado el Caribe y Norteamérica causando algunas víctimas, arrasando Saint Martin, dejando sin luz durante semanas a Puerto Rico y ocasionando enormes pérdidas materiales. Para que luego llegue Trump y diga que el cambio climático es una invención y se retire de la conferencia de París que es nuestra única y débil esperanza de frenar unos cambios que provocarán a corto plazo inundaciones en el norte de Europa y olas de calor en nuestro sur.

El fuego se ha asociado desde la remota antigüedad con la purificación y el castigo y por eso la Inquisición quemaba herejes, Calvino asaba a fuego lento a Miguel Servet y los ingleses a Juana de Arco. A veces para hacer castigos ejemplarizantes por su crueldad y otras para limpiar la suciedad con el fuego. La primera religión monoteísta de la historia, el zoroastrismo, adoraba el fuego como representación de Ahura Mazda y todavía quedan algunos templos a él dedicados en Bakú, la capital de Azerbaián, junto a un lago que apesta a petróleo. Los yazidíes son una secta que desciende de Zoroastro y con la que los fanáticos del Estado Islámico se han ensañado hasta el extremo de esclavizar a sus mujeres y ejecutar a los hombres por considerar que adoran al diablo, en lo que Naciones Unidas han calificado de genocidio. El dios caldeo Baal exigía sacrificios de bebés que se arrojaban al fuego y la Biblia reserva el infierno a los que se portan mal. Allí los diablos les someten a torturas interminables como la de Sísifo, que nos muestra de forma imaginativa El Bosco en El carro de heno o en el Juicio final, mientras el cielo se representa habitualmente como un lugar aburrido con angelillos regordetes que tocan la lira. Aún hoy en el mundo bereber se considera el oficio de herrero como maldito porque creen que exige un acuerdo con los diablos que dominan el fuego desde el centro de la tierra, y esa es la razón por la que los orfebres eran siempre judíos y no musulmanes.

Pero hoy afortunadamente ni hay pena muerte en Europa, ni hay infierno, ni hay diablos y por eso se advierte a los niños que si juegan con fuego se harán pís en la cama. Lo del pís es mentira pero nos daba tanta vergüenza que no tocábamos las cerillas, que es lo que se pretendía. Para no quemarnos. Porque el que juega con fuego se quema, igual que el aprendiz de brujo acaba dominado por las fuerzas que ha puesto en juego estúpidamente, sin pararse a pensar en sus consecuencias. Yo no sé si el señor Puigdemont se hará pís en la cama pero lo que se es que ya se ha carbonizado con la hoguera que imprudentemente ha encendido, mientras le jaleaban los Jordis entre muchedumbres movilizadas con autobús y bocadillo que blandían banderas como símbolo de identidad excluyente. Lo que también sé es que el proyecto que empezó a poner en pié el señor Pujol hace 40 años a base de indoctrinar desde la escuela y los medios de comunicación a sueldo se ha descontrolado, y los aprendices de brujo se encuentran ahora como el pintor que colorea el suelo y acaba arrinconado contra una esquina del cuarto…desprovista de puerta de escape. Acorralados y devorados por el invento.

Cataluña lo está pagando ya en forma de un Gobierno, un Parlament y una Policía autonómica desprestigiados porque no se pueden violar normas impunemente (sobre todo si son aquéllas en las que se sustenta la propia legitimidad), de una sociedad dividida dónde se evita hablar de ciertos temas incluso en familia, de un ridículo mundial tras la yenka del sí pero no, de decir todas las mentiras posibles, de una abrumadora soledad internacional, y de una fuga masiva de empresas que puede entrar en el libro Guinness de los récords. Más de 900 empresas en menos de un mes.

Pero también España sufre por el empobrecimiento general que provoca la situación catalana (¿cuántas décimas de PIB nos costará?), por su ausencia de los foros dónde se debate el futuro de Europa tras las elecciones en Francia y Alemania, y porque fomenta el nacimiento de preocupantes y estúpidos sentimientos nacionalistas y anticatalanes como no consumir cava, etc. Y porque ha dejado al descubierto las vergüenzas de un gobierno del PP y de una oposición socialista timoratos, pusilánimes e incapaces de poner el interés nacional por encima de sus propios intereses partidistas a corto plazo, mientras Ciudadanos se monta en el antinacionalismo y Podemos muestra su peor cara como partido antisistema y no fiable.

La hoguera que imprudentemente ha encendido la Generalitat se puede descontrolar y eso puede interesar a fanáticos acorralados con vocación de mártires. El riesgo es no acabar en el santoral sino mojando la cama por la noche que es menos heroico, porque no sé cómo anda el servicio de lavandería en Alcalá-Meco. Y sería deseable que nadie tuviera que experimentarlo.

*Jorge Dezcállar es diplomático