Por teorías conspiranoicas que se monten, la fuga de sedes de empresas de Catalunya ha sido una sorpresa general. Una vez producida todos ven razones de peso: inseguridad jurídica, limbo fuera de la UE, incluso sobreactuación empresarial («el dinero es cobarde»). Pero sin duda hay más. De igual modo que funciona la memoria histórica en torno a la Generalitat, la persecución bajo el franquismo, el inicuo asesinato de Companys, etcétera, es lógico que en la memoria del mundo empresarial catalán, trufado de sagas familiares, resuene el largo periodo, durante la Guerra Civil, en que el Govern de la Generalitat, con un Companys de Esquerra al frente, era un títere del anarcosindicalismo que tenía el mando en la calle y las fábricas, desertizando el empresariado por la vía rápida. La memoria histórica funciona así: llega en bloque, y no se puede escoger lo que sí dejando a un lado lo que no.