Siempre recordaré cómo llegué a la Asociación Arrabal-AID o cómo ella llegó a mí. Tras pasar tres entrevistas en tan solo una mañana, fruto de mi busca incesante para realizar unas prácticas profesionales durante el verano, me paré a recapacitar. O bien la tarea a desempeñar no me resultaba atrayente o bien fui víctima de una de esas anecdóticas entrevistas donde te formulan preguntas vetadas de contestación alguna como: «¿en qué trabajan tus padres?». No quería que mi primer contacto con el mundo laboral en lo relacionado con mis estudios universitarios fuese de ese modo, por lo que esa misma tarde seguí mi búsqueda utilizando filtros más exactos. Se concatenaban infinidad de ofertas, similares a las anteriores, donde mi perfil encajaba a la perfección, pero no tanto como ellas en mí, y de pronto ahí estaba: Arrabal-AID. Comprendí que el trabajo es una búsqueda en un doble sentido, y no en uno único como solemos asumir. Deseché el resto de opciones escogidas anteriormente, aquella sería mi exclusiva y última apuesta.

Debemos superar ese conformismo social latente. Lo lógico y natural sería proyectar nuestro futuro hacía aquello que nos apasiona, nos llena y nos hace ser mejores personas, aquello que nos hace levantarnos cada mañana con una razón de ser y no una alarma amenazante anunciando el comienzo de la pesadilla, aquello que nos aporta y nos permite ser eso, felices. Tal vez, suene idealista o irreal, yo prefiero llamarlo soñador o visionario, y si no, que se lo digan a Walt Disney.

Los últimos meses he estado inmersa en «El viaje de tu vida» y «Rumbo al Cambio», dos programas dirigidos a personas con muy diversas circunstancias cuyos puntos en común eran su situación desempleada y un objetivo claro: coger las riendas de su destino laboral. Todas y cada una de ellas me han hecho crecer, enseñándome cada día una lección de vida, mostrándome otro enfoque de la sociedad. Solo cuando vislumbramos una misma realidad desde distintos ángulos, podemos ver con claridad.

Con todo, he podido salir de mi «zona de confort» y comprobar en primera persona como una entidad como Arrabal-AID batalla a diario con multitud de personas con necesidades que requieren de ese apoyo para superar barreras y proporcionarles salidas alternativas ante tantas puertas cerradas. Sus profesionales, héroes invisibles, se convierten en generadores de oportunidades. Perseguir el bien común, y trabajar porque nuestra labor diaria, de cualquier manera, tenga una incidencia social positiva, debería ser una prioridad intrínseca de cada individuo. ¿Cada uno tiene lo que le toca vivir? O por el contrario, ¿podemos cambiar nuestra realidad y la del entorno?

Somos libres de nuestras decisiones y esclavos de sus consecuencias. Gracias a aquella decisión, y a la oportunidad que me brindó la empresa, he disfrutado de unos maravillosos tres meses de prácticas, cuya consecuencia superó con creces mis expectativas.

¡Seamos más ´naturalmente inconformistas´!

*Rojas Burgueño es alumna de la Asociación Arrabal-AID