Después del batacazo sufrido por los socialdemócratas en las pasadas elecciones federales alemanas, su líder, Martin Schulz, cree que ha llegado la hora de rectificar.

Resultaba ciertamente difícil hacerlo al dirigente de un partido que había sido corresponsable de la política desarrollada por la coalición liderada por Angela Merkel y de la que formaba parte como socio minoritario.

Las esperanzas que muchos pusieron en la savia nueva que parecía representar el ex presidente del Parlamento europeo rápidamente se desinflaron por la imposibilidad de distanciarse de todo lo hecho.Pero ahora Schulz parece haber comprendido finalmente que el rumbo centrista seguido por sus predecesores ha sido desastroso para un partido que presume ser de izquierdas.

«Somos la izquierda», proclama también el PSOE de Pedro Sánchez, pero no basta con proclamar sino que hay que actuar en consecuencia, y demasiadas veces los partidos socialistas han fallado a sus electores.

En Alemania fue posible numéricamente en la pasada legislatura un Gobierno progresista con el SPD, los Verdes y Die Linke (la Izquierda), pero el miedo, las divisiones y el dogmatismo de unos u otros lo impidieron.

Ahora, no les queda a los socialdemócratas más remedio que lamerse las heridas y pensar en la próxima cita dentro de cuatro años desde los bancos de la oposición, que compartirán con la ultraderechista Alternativa por Alemania. «El SPD ha olvidado lo que es debatir y también pelearse a lo grande. Nos hemos dejado convencer de que la pelea es signo de debilidad. Pero eso tiene que acabar», afirma Schulz en declaraciones a Die Zeit.

«Tenemos que ser valientes en nuestra crítica al capitalismo. El sometimiento de la socialdemocracia europea, de las fuerzas progresistas de todo el mundo, a la tesis de que el sistema no es el problema, sino que lo que importa es el reparto dentro del sistema es y sigue siendo una de las causas de nuestra crisis», explica.

«La competitividad de Alemania, prosigue, no depende del desmontaje del Estado social. El SPD tiene que despedirse, y no sólo simbólicamente, del neoliberalismo», dice Schulz, que reconoce que no es un izquierdista tradicional. Pero son las preguntas que hay que hacerse y que él dice que hará: hay que explicarle a la gente que los desafíos globales, desde el cambio climático hasta los flujos financieros, desde las migraciones hasta las exportaciones de armas o el desarme requieren respuestas globales.

«O fijémonos en el libre comercio, algo estupendo, añade Schulz, pero hay que pensar que las camisetas que se compran en Alemania por un par de euros están literalmente impregnadas de sangre».

«¿No es hora de decir, se pregunta, que quien quiera vender sus productos en Europa tendrá que respetar unos estándares sociales y ecológicos mínimos», y ello aunque los conservadores lo denuncien como «proteccionismo». Todo eso está muy bien, habría que contestarle a Herr Schulz, pero ¿por qué esperan siempre los socialdemócratas a perder las elecciones para sólo desde la oposición plantear cuestiones como ésas? ¿No dejan así el camino libre para los populistas de extrema derecha?