Puede que a usted le importe un comino lo que cobra un policía nacional o un guardia civil, puede que sea uno de esos ilusos que viven pensando que jamás va a necesitar su ayuda porque va tranquilamente por la vida, sin buscarse problemas, como si a esas buenas personas no les pudiera pasar algo malo. Si es así deje de leer este artículo porque hoy no le necesito para nada, pero si es un lector interesado en asuntos transversales de la sociedad y siente que la labor policial es la base de la tranquilidad y del Estado de Derecho acompáñeme por los siguientes párrafos.

Estos días cobra voz en las calles una demanda justa de equiparación salarial entre las distintas policías, nacional y autonómicas. Una vieja lucha que gracias a la asociación apolítica e independiente conformada por policías nacionales y guardias civiles, JUSAPOL, ha subido el volumen y ha pasado de ser un mero cabreo interno para convertirse en una cuestión de todos, porque ya nadie duda que, cuando arrecia el desafío y peligra la libertad, la labor desempeñada por unos y otros es, como mínimo, tan distinta como los 600 euros mensuales de media que separan sus nóminas. Pero ceñirse al último ridículo secesionista sería un error por el que muchos se han dejado llevar al ser tan ostentoso y chirriante, pues la realidad se percibe en el día a día desde hace demasiados años, siendo una injusticia cotidiana esta de cobrar menos por trabajar lo mismo o más que otros sólo por una razón, que la administración contratante decide apretarte lo más barato posible, lo que en la empresa privada tendría alguna razón de ser para el empresario, pero aquí se juega con el pan de quien vela por la seguridad de todos, y eso no tiene precio.

Ahora el Congreso ha aprobado una proposición no de ley sin carácter vinculante por la que amagan con solucionar el asunto dentro del marco legal presupuestario. Atención a la trampa: La parte contratante de la primera parte se compromete a estudiar, si eso, algún día en un futuro indeterminado, una opción viable cuando España sea nombrada capital del Universo y de los grifos salga oro liquido, siempre y cuando no haya bancos y autopistas que rescatar o dinero que reponer de todo lo saqueado en los casos de corrupción. Es decir, un brindis al sol, un vuelva usted mañana, un haz lo que yo diga pero no lo que yo haga, o lo que es lo mismo, un burdo insulto a la cara de los reclamantes. Bien parece que los políticos olvidan una verdad verdadera, que la policía no es tonta, pero bien que la recuerdan cuando desfilan uno tras otro camino de Soto del Real.

No hay día que el ministro Zoido, antiguo juez, no haga uso de las redes sociales para colgar detalles de una detención, una redada, una incautación o una desarticulación, y tampoco hay día que esas publicaciones no sean contestadas con cientos de mensajes recordando al ministro que muy bien, que muy bonito, pero que con sus frías y lejanas palmaditas en la espalda no se pagan hipotecas ni el colegio de los hijos, y con razón, porque quien escribe esos mensajes son nacionales y guardias que cobraban más en 2008 que hoy, como si el juramento o promesa enunciado en la academia fuera excusa para bajarles el sueldo un 5%, parapeto para quitarles pagas extra y asuntos propios, y escudo para reírse, humillar y abusar de sus emolumentos sabiendo que cumplirán con su abnegada obligación por más que les expriman. Desoír los intereses de un colectivo con la certeza de saber que sus miembros siempre se deberán a un lema más puro y eterno que la presión salarial es ruin, una cobardía, cualidades ambas que adornan a cuantos gobiernos democráticos hemos conocido. En definitiva no es tan difícil, se trata de reconocer y ayudar a un grupo de 140.000 personas, unas 140.000 familias en activo que cada día de servicio temen ser uno menos por la fatalidad de una muerte traicionera.

Si no me ha hecho caso y ha leído hasta aquí puede que siga sin preocuparle lo que cobra un policía nacional o un guardia civil, pero debería tener en cuenta que ese hombre y esa mujer que visten con orgullo y honor un uniforme azul o verde darán su vida por usted a cambio del deber cumplido, a pesar de un sueldo injusto. Por eso merecen un gran respeto, merecen nuestro apoyo y, por encima de todo, merecen que les den lo que es suyo, lo que les corresponde. Es lo justo, y se lo debemos.