Tal como ya se ha dicho, en el asunto catalán manda la ley del espectáculo. Tras tantos años buscando la atención mundial, ahora, con focos y cámaras encima, la función debe proseguir. Así se explican la huida de Puigdemont, buscando un teatro de mayor centralidad aunque perjudique a sus colegas no fugados (pues demuestra que el riesgo de fuga es evidente), la insistencia en "validar" una independencia ya declarada y hasta la decisión de no responder en el interrogatorio, que es legítima pero no obedece aquí a otro interés imaginable que el de acercar la palma del martirio. O sea que todo esto va de martirologio, de victimismo clase extra, con un efecto evidente hacia fuera, y otro hacia dentro (la campaña). La falta de mano política del Fiscal, y el lógico empeño de la Juez en cumplir la ley, han hecho el resto. Ya tenemos campaña con presos: el peor escenario posible.