No ando bien ultimamente. No es metafórico, es literal. Problemillas derivados del deporte me tienen parado, cabizbajo y mirando al suelo los últimos días, y eso no es forma de vivir. Así andaba ayer remontando la calle Larios para venir al trabajo, intentando evitar prestar atención a la cúpula de leds aún apagados que convertirán los 380 metros de calle, a partir del 24 de noviembre, en un espectáculo de luz y sonido que se ve que atrae a mucha gente. Al menos así fue el año pasado. Y pasada la plaza de la Constitución, pensando en las semanas que me esperan en el dique seco, más o menos delante de El Gato Negro, lo ví. Dobladito. Como caído del laxo bolsillo de algún despistado. Y con la mayor naturalidad posible y aprovechando la soledad de la calle a las ocho de la mañana, con apenas tres transeúntes a la redonda, me hice con los cinco euros, esbozando una maligna sonrisa. Imaginarán ustedes cómo estará mi estado de ánimo para que un billete de cinco euros me alegrase la mañana de un viernes. «Estás muy negativo, chalao», me dijo un compañero cuando intenté expresar de forma sutil que el cartel para la próxima edición del Festival de Cine me parece una soberana... pongan ustedes el sustantivo peyorativo que más les guste. Y lo estaba. Apurando el café y el pitufo que me había agenciado con los cinco euros, con el Whatsapp caído, la mañana avanzaba tediosa entre Junqueras, ojeras y convocatorias de gente que sí puede jugar al fútbol, y yo me escapaba de mis labores buceando en internet, buscando qué se yo. Y por esas ironías del destino, me encuentro abriendo el portal digital deportivo más leído del país una entrevista a un internacional español que hace meses que no toca el balón, con lo bien que lo hace, con la izquierda y con la derecha. «El médico me dijo que si volvía a caminar con mi hijo, me diera por satisfecho». Con este terrorífico titular relataba el jugador del Arsenal, exmalaguista, Santi Cazorla, el calvario de lesiones, operaciones e infecciones que le tienen sin pisar un terreno de juego desde hace casi dos años. Dos años. Y lo cuenta, durante toda la entrevista, con una sonrisa, a pesar de todo. Quiere volver en enero. Tras leer la entrevista completa, vuelta a la normalidad, devuelto a la vida el Whatsapp, la pierna ya no me molestaba tanto, los cinco euros no me parecían tanto y enero no parecía entonces tan lejano.