¡Tinc por!

Digamos la verdad, que siempre ennoblece: ¡Tenemos miedo!. El miedo no nos domina, ni vamos a rendirnos nunca. Pero nos reconocemos humanos. Tememos que esta pesadilla de idolatría nacionalista y separatista no termine y arrase aún más la convivencia, el trabajo y el pan. Todo apunta a que incluso aumente, precisamente porque el sector que se cree el bien absoluto, la democracia pura y el único pueblo catalán, con derecho a todo, no teme nada, ni siquiera destruir su malquerida Cataluña y su menospreciada España. Más que dividirnos banderas, nos divide algo tan básico como el miedo, don natural de supervivencia. Los separatistas oscilan entre el victimismo más mendaz y manipulador, que quisiera que otros países nos aplastaran, y la arrogancia que presume de desconocer el miedo. En el fondo, los rupturistas son cobardes que no se atreven a compartir, y que ante todo temen a la verdad y a quitarse las caretas de la autosuficiencia. Pero es cierta su suicida insensibilidad primaria al miedo a destruir y a destruirse, culpando de su vandalismo a los demás, a los que no dejan de insultar ante el mundo entero. Nosotros, en cambio, seamos mejores o peores españoles, tememos toda esta confrontación artificiosa, porque amamos España, y particularmente Cataluña. Amamos incluso a los separatistas. De hecho, queremos seguir conviviendo con ellos, sin levantar murallas, unidos, respetando pluralidades y reconociendo nuestros fallos. Tenemos miedo sobre todo a no poder seguir perdonándonos, abrazándonos, y creciendo juntos en una Europa que nos quiere unidos. .

Pablo López López. Dr. en Filosofía. Málaga